AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
Colombia es un país que se encuentra fraccionado de tal manera, que ninguna de las fuerzas representativas del poder político tiene la garantía de permanecer en el poder o de fortalecer las instituciones para rescatarla de la corrupción y de todas las formas que han hecho posible que sigamos inmersos en un mundo de la ilegitimidad, del crimen, de la impunidad y de la arrogancia de la función pública.
No es extraño que a pocos meses de haberse posesionado en el gobierno, el señor Presidente advierta y aun así lo refrende la opinión pública mundial, que todo conduce a buscar la inestabilidad del actual modelo político y que todas las reformas sociales que durante más de cincuenta años ha esperado el pueblo colombiano, no se van a poder concretar en este gobierno del cambio, por defender, como se ha hecho siempre, el capital extranjero, la inversión de unos pocos y las prebendas económicas de las grandes mayorías han de verse frustradas en el empeño de alcanzar algún día, una opción de respeto a la vida, a la dignidad o de reconocimiento de sus mínimos derechos fundamentales.
Las fuerzas oscuras que quieren retomar el poder y que quieren seguir en la misma posibilidad de repetir la historia de los falsos positivos y de la negación de los derechos ciudadanos y de la privatización de la salud, de los servicios públicos e incluso de la forma de ejercer la política a partir de la proliferación de partidos políticos que se ofrecen al mejor postor en los procesos democráticos y se subastan los avales para llegar a las corporaciones públicas o que canjean un respaldo por hojas de vida que se entregan para participar de la burocracia, son parte de esa sintomatología social que no queremos erradicar, que a toda hora y momento respaldamos y que añoramos por la forma del manejo abusivo del poder y el silencio cómplice de las comunidades.
La guerra es la única alternativa posible, la guerra y la confrontación y la forma de actuar a mansalva entre los mismos miembros de un grupo político, ha terminado por ser el juego siniestro del poder, en el que, por querer arroparse con el manto de la impunidad, se termina prohijando las mismas costumbres malsanas que tanto hemos combatido.
Los colombianos no tenemos la esperanza de un cambio, hoy en día, la Fiscalía, La Procuraduría y para completar la Contraloría General de la Nación, terminan en manos de quienes buscan a toda costa establecer la resurrección y el acomodo de unas ideas y de una posición política tradicional, para combatir cualquier proceso histórico, máxime que los resultados de una revisión histórica nos permiten vislumbrar una desidia, una falta de compromiso con las colectividades y solo se busca generar espacios para que los mismos de siempre, regresen al poder y se siga distribuyendo el poder en esos estilos y formas de negociación que han terminado con desangrar día a día a nuestro país.
El mandatario así lo ha entendido, así lo ha pregonado, todos los procesos están direccionados a luchar contra la actual forma de hacer gobierno y buscan su desestabilización, a toda costa, sin importar lo que haya que hacer, y así no es posible encontrar un sendero que nos ilumine en el fortalecimiento de unas instituciones que nos rescaten de la ignominia que hemos padecido hace cincuenta años. Es hora de que uno y otro, usted y yo, nos pongamos de acuerdo en buscar a otro y a otros para consolidar un proyecto que nos permita entender la belleza de este país, la trascendencia de la vida sobre la guerra y especialmente el respeto del otro, como las únicas formas de hacer sociedad y proyectar al hombre del nuevo milenio.
AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
Colombia es un país que se encuentra fraccionado de tal manera, que ninguna de las fuerzas representativas del poder político tiene la garantía de permanecer en el poder o de fortalecer las instituciones para rescatarla de la corrupción y de todas las formas que han hecho posible que sigamos inmersos en un mundo de la ilegitimidad, del crimen, de la impunidad y de la arrogancia de la función pública.
No es extraño que a pocos meses de haberse posesionado en el gobierno, el señor Presidente advierta y aun así lo refrende la opinión pública mundial, que todo conduce a buscar la inestabilidad del actual modelo político y que todas las reformas sociales que durante más de cincuenta años ha esperado el pueblo colombiano, no se van a poder concretar en este gobierno del cambio, por defender, como se ha hecho siempre, el capital extranjero, la inversión de unos pocos y las prebendas económicas de las grandes mayorías han de verse frustradas en el empeño de alcanzar algún día, una opción de respeto a la vida, a la dignidad o de reconocimiento de sus mínimos derechos fundamentales.
Las fuerzas oscuras que quieren retomar el poder y que quieren seguir en la misma posibilidad de repetir la historia de los falsos positivos y de la negación de los derechos ciudadanos y de la privatización de la salud, de los servicios públicos e incluso de la forma de ejercer la política a partir de la proliferación de partidos políticos que se ofrecen al mejor postor en los procesos democráticos y se subastan los avales para llegar a las corporaciones públicas o que canjean un respaldo por hojas de vida que se entregan para participar de la burocracia, son parte de esa sintomatología social que no queremos erradicar, que a toda hora y momento respaldamos y que añoramos por la forma del manejo abusivo del poder y el silencio cómplice de las comunidades.
La guerra es la única alternativa posible, la guerra y la confrontación y la forma de actuar a mansalva entre los mismos miembros de un grupo político, ha terminado por ser el juego siniestro del poder, en el que, por querer arroparse con el manto de la impunidad, se termina prohijando las mismas costumbres malsanas que tanto hemos combatido.
Los colombianos no tenemos la esperanza de un cambio, hoy en día, la Fiscalía, La Procuraduría y para completar la Contraloría General de la Nación, terminan en manos de quienes buscan a toda costa establecer la resurrección y el acomodo de unas ideas y de una posición política tradicional, para combatir cualquier proceso histórico, máxime que los resultados de una revisión histórica nos permiten vislumbrar una desidia, una falta de compromiso con las colectividades y solo se busca generar espacios para que los mismos de siempre, regresen al poder y se siga distribuyendo el poder en esos estilos y formas de negociación que han terminado con desangrar día a día a nuestro país.
El mandatario así lo ha entendido, así lo ha pregonado, todos los procesos están direccionados a luchar contra la actual forma de hacer gobierno y buscan su desestabilización, a toda costa, sin importar lo que haya que hacer, y así no es posible encontrar un sendero que nos ilumine en el fortalecimiento de unas instituciones que nos rescaten de la ignominia que hemos padecido hace cincuenta años. Es hora de que uno y otro, usted y yo, nos pongamos de acuerdo en buscar a otro y a otros para consolidar un proyecto que nos permita entender la belleza de este país, la trascendencia de la vida sobre la guerra y especialmente el respeto del otro, como las únicas formas de hacer sociedad y proyectar al hombre del nuevo milenio.