Por: Adonis Tupac Ramirez
El miedo ha ejercido siempre poder sobre los humanos e incluso los animales funcionando como una forma de preservar la vida ante amenazas externas huyendo o afrontándolas.
En la isla de Capri (Italia) sus habitantes duraron más de 100 años para perder el miedo e ingresar a sus cuevas solo por las historias que contaban acerca del peligro que estaba oculto en ellas , historias basadas en especulaciones y rumores que se desmintieron cuando los primeros exploradores dejaron de creer en esa “verdad” y asumieron el riesgo de explorar.
El miedo ha sido fundamental para incentivar cambios o reprimirlos; del miedo se han generado aniquilaciones de pueblos como la sufrida por los judíos durante la segunda guerra mundial; se han aprovechado políticos con discursos fundados en el miedo y la desinformación; miedo a volvernos Venezuela, miedo a la adopción homoparental, miedo al aborto legal, miedo a la igualdad con las mujeres, miedo al diferente.
La formación de la memoria del miedo implica el fortalecimiento de las vías neuronales entre dos áreas del cerebro: el hipocampo, que responde a un contexto particular y lo codifica, y la amígdala, que desencadena un comportamiento defensivo, incluidas las respuestas de defensa y huída.
El miedo construido desde la información manipulada, la mentira repetida y desde la opresión del poderoso genera desastres en la sociedad; la mejor forma de poder vencerlo es acceder a la información, no dejar que otros nos cuenten la historia como ellos quieren ; desde el dialogo y la divergencia poder generar consensos y romper comportamientos radicales.
Se avecina un nuevo proceso electoral y desde el miedo muchas campañas apostaran para ganar votos; nuestra responsabilidad como ciudadanos es exigir información clara sin sesgos ni favorecimientos; “no tragar entero” y mantener el escepticismo.
P.D: Aplaudo la decisión de Salome Bahamón de denunciar a su agresor y no temer al “que dirán” ni a las manipulaciones políticas y también aplaudo a la periodista Ginna Piragauta de no callar la violencia de la cual fue víctima; solo queda esperar las decisiones judiciales, políticas y sociales.