En el discurso de instalación de la legislatura, tan criticado cínica y pérfidamente por la derecha y la oposición, como todo lo que diga o haga el presidente Petro porque en 11 meses de Gobierno no ha resuelto como por ensalmo, los profundos problemas de orden público, social, ambiental y económico que sus enconados críticos han enraizado en 200 años de desgobiernos, apelando a la represión y a la violación de los derechos humanos desconociendo la cruda y vergonzosa realidad de todo orden que describió el Presidente: en tono conciliador y de respeto por el parlamento y de sus antecesores, hizo un vehemente llamado a lograr un acuerdo nacional que se tramite a través del Congreso de la República con el fin de lograr la paz, adelantando las reformas que requerimos con urgencia para salir del túnel insondable de la violencia, la atroz desigualdad, la miseria, la corrupción y la violencia que nos carcome sin remedio.
Y en ese sentido afirmó que ese gran acuerdo nacional debe lograrse cediendo y concertando para construirlo pensando en los intereses nacionales para que tengamos justicia social, que es el principal combustible de la violencia, y no en los intereses politiqueros de siempre en un congreso que como sabemos no representa los intereses populares, sino los propios de enriquecimiento fácil y de mantenimiento del poder a cualquier precio, de la mano de unas elecciones contaminadas que siempre han estado amenazadas por la violencia , y lo que es más grave, por la certeza de estar alimentadas por un sistema podrido y sin controles que lleva inexorablemente a elegir gobernantes y miembros de corporaciones públicas financiados por la corrupción.
Porque ahí es donde se encuentra la almendra del asunto para lograr ese acuerdo nacional, que es el mismo que llamara Álvaro Gómez acuerdo sobre lo fundamental, habiendo sido asesinado por el régimen sin poderlo ver, porque como bien lo machacaba Jorge Eliécer Gaitán, también asesinado por ese régimen siniestro, es prácticamente imposible lograr ese acuerdo cuando el país político con sus puestos, sus contratos, sus privilegios y su corrupción, siempre ha ido en contravía de los padecimientos del país nacional: con su salud, con su educación, con su vivienda, con su falta de seguridad y condiciones para explotar el campo y por supuesto con su miseria.
De ahí que es más fácil seguirle achacando a Petro y a su Gobierno esos problemas de todo orden que sus cínicos contradictores han contribuido decididamente a encepar con su depredación sistemática del presupuesto público y su violencia, que lograr ese acuerdo nacional, porque precisamente su desviado poder político se ha sustentado en esos factores y en meter miedo para continuar en el poder, que hace prácticamente imposible que se pueda lograr con bancadas que muy poco les interesa resolverlos, sobre todo de justicia social, cuando sólo se representan a sí mismos y a sus torcidos intereses. El Presidente Petro lo ha propuesto, y será responsabilidad del congreso ante todo el país, cediendo a sus indebidos privilegios, el que se pueda concretar. De nadie más.
