Alvaro Hernando Cardona González
En un artículo publicado en la revista Semana (diciembre 13 de 1999) por el explorador Andrés Hurtado García, este afirmaba: «Por lo demás, no se puede hablar de ecología cuando los ciudadanos tienen hambre y carecen de tierra. El hambre es el peor enemigo de la tierra. Por hambre se destruyen los páramos, las selvas y la biodiversidad». Si uno piensa en los efectos que crean los llamados cultivos ilícitos (coca en tierras bajas, marihuana en tierras medias y amapola en climas fríos), la urbanización, la falta de planeación en el desarrollo, termina dándole la razón.
La tierra, o mejor, el suelo con vocación agropecuaria está en peligro. Tanto, que la Procuraduría General de la Nación, mediante la Directiva No. 4 de 2020, hizo llamado a los gobernadores, asambleas departamentales, alcaldes municipales y distritales, concejos municipales y distritales, a dar estricta aplicación a lo previsto por la legislación agraria y ambiental para la protección, conservación y restauración del suelo rural apto para la producción agropecuaria, atendiendo las disposiciones sobre ordenamiento del suelo rural; en particular, cuando se adelanten las actuaciones dirigidas a la revisión, ajuste o modificación de las normas urbanísticas estructurales, generales o complementarias que afecten el suelo rural.
Especialmente el ente de control citó al Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, contenido en el Decreto-Ley 2811 de 1974, porque dentro de la regulación que hiciera sobre la tierra y los suelos, estableció que su aprovechamiento debe hacerse de forma que mantenga su integridad física y su capacidad productora, evitando su pérdida y degradación, promoviendo su recuperación y asegurando su conservación. Regulación que fue posteriormente reforzada con el régimen jurídico territorial con la previsión que introdujera el Código de Régimen Municipal, contenido en la Ley 1333 de 1986.
El proceso de sabanización, ocasionado por la inadecuada preparación de tierras para la ganadería o el cultivo extensivo, genera un círculo vicioso que conlleva finalmente a que los ríos se lleven decenas de toneladas anuales de tierras fértiles.
Pero, por otra parte, si un huilense mira desde la altura y de noche, puesto en Neiva y hacia el Sur, verá que la mancha luminosa sobre el valle oriental y las estribaciones de la cordillera Oriental, ya es prácticamente una sola hasta Campoalegre. ¿Fincas y feudos rurales dedicados a la producción? Lamentablemente en su mayoría, no. Son “fincas” de recreo o ya la casa de habitación permanente de los opitas.
¿Cómo detener esto y detener el hambre que se avecina? Sincerando el problema; acciones educativas; y rigor valeroso en la aplicación de las medidas de control y vigilancia. Protejamos el suelo rural, proveedor de comida y ambiente sano.
