Por: José Eliseo Baicué Peña
La inseguridad se acrecienta en casi todo el país. Se sabe que existen normas, leyes y todo tipo de acuerdos para evitar o minimizar esta problemática. Pero, paradójicamente los índices aumentan cada día. Se producen manifestaciones de rechazo, de condena y hasta juicios exagerados en contra de este tipo de violencias.
Es acertado estudiar el fenómeno y pensar una estrategia pedagógica que rebase el componente cultural desde la base de un trabajo en donde intervenga el gobierno, la familia, la escuela, los gremios, el ICBF, y otras agremiaciones como fundaciones y ONGs, aseguran los expertos.
Eso me parece prudente y pertinente, pero creo que habría que agregarle una buena dosis de capacitación sobre estos temas en las empresas, en la academia, y en las comunidades como campañas que debe emprender la alcaldía y la gobernación.
Claro que debe incluirse el componente básico de la familia, y dentro de él, un eje transversal sobre dialogicidad, interacción, y comprensión con inclusión de valores humanos.
Y es que no existe una buena relación papás-hijos en la mayoría de los hogares. El encuentro cara a cara se desmaterializó hace ya varios años. O simplemente … ya no hay tiempo para ello, los horarios de encuentro no coinciden. Quizás, también, no resulta atractivo para los padres tener una conversación con sus hijos, y a éstos les parece aburrido dialogar con sus progenitores.
Los primeros están cansados para hacerlo, y se inclinan por la televisión. Los menores prefieren estar “conectados” con la tecnología en su máxima expresión, y ojalá que sea la más moderna.
Hoy por hoy, los jóvenes quieren estar conectados con 50 personas a la vez, pero son incapaces de sostener una conversación cara a cara con una sola. Tienen a la mano mucha información, pero se sienten solos y excluidos. Todo lo han encontrado hecho, listo, fácil. O mejor, todo se les ha dado, se les ha entregado.
Por eso, quizás, ignoran el valor de las cosas y el respeto por las personas. Pertenecen a la generación del merecimiento. Practican la teoría del “dame”. Creen que todo lo merecen. Claro, que en el fondo ellos no son culpables, los que llevan este cargo somos los adultos, los padres de familia, y hasta muchos docentes.
Toda esta simbiosis también genera violencia, agresividad, rebeldía, envidia y egoísmo.
No quiero enviar el mensaje de que la tecnología es mala. Por el contrario, me parece que genera un inmenso beneficio. Pero no puede llegar a suplantar al valor de lo humano, el calor familiar, o una amena conversación.