AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
Sin lugar a dudas, este gobierno, el de Gustavo Petro Urrego, ha sido un mandato claro, transparente y consolidado con sus propuestas y proyectos liderados desde un primer momento en el que anunció su candidatura y su posterior elección. Que muchos pesimistas y enemigos del actual mandatario digan lo contrario, es propio de los intereses mezquinos que por décadas han salpicado a toda hora y momento, la burocracia, la corrupción, la impunidad y el delito de quienes pudieron haber permitido este descuadre humano y social, que habíamos vivido hasta la presente.
Es una etapa difícil, más no imposible de superar, pero ha de lograrse con la constancia y el compromiso de que todos los que hacen parte de este proceso político, no hagan cuentas y no se dejen manipular por el abuso del poder, por el abuso del cuarto de hora, que se pregona siempre y que mucho daño, ha de hacernos, si no se consolida un movimiento sólido, uniforme y con políticas de contenido social y humano que nos rescaten de esas viejas mañas de los anteriores gobernantes, quienes en el cargo, pasan al anonimato o a ser señalados de una manera directa como los protagonistas de los más grandes escándalos de violencia que salpica a muchos de sus prohijados y que no se ha tenido la capacidad de volver los ojos, contra sus verdaderos generadores o causantes.
Los partidos tradicionales se han puesto de espaldas al proyecto político de nuestro gobernante, todo como consecuencia de esa verticalidad en las propuestas, todas ellas de contenido social y humano por las reivindicaciones sociales que otrora se disfrazaron de pequeñas dádivas o auxilios tras de los cuales, se fomentó la corrupción, el desgano laboral y se generó una sociedad mendicante que con pequeños mendrugos de pan, pretendió soliviar las afugias estomacales y contener con ello la protesta social.
Que el Congreso de la República no es una fábrica de leyes, es una gran mentira. El Congreso ha estado siempre al servicio de los poderosos, de los que financian su campaña, de quienes, de espaldas a la realidad, venden su conciencia y transmutan el mandato electoral por intereses personales, que terminan siendo intereses mezquinos que solo alimentan el patrimonio de unos pocos y para lo cual, solo basta mirar y observar la forma como llegaron al poder y la forma como se mantienen o salen de él.
La historia y el juicio de responsabilidad histórica que tenemos que hacer, tarde o temprano, contra la dirigencia política nacional, y especialmente contra los administradores de Justicia, que han sabido enmascarar el quehacer cotidiano de la politiquería, de la corrupción y del menoscabo de los bienes del Estado, debe llegar y debemos empezar por reconocer entonces, que contra viento y marea, Gustavo Petro Urrego, nuestro Presidente, alcanza a salir airoso frente a la férrea oposición de todos los que lo censuran, lo critican, lo apalean y nunca presentan una salida o una estrategia que rescate la filosofía de la administración pública, en beneficio de las comunidades, de la sociedad, del hombre del siglo veintiuno, como es de esperarse y como lo ha diseñado este mandatario que con la cabeza en alto, regenta los destinos de nuestra patria.
Que hoy día se haga amarillismo contra la familia del Presidente, o que los medios de control ejerzan toda clase de talanqueras o palos en los ejes de la carreta oficial, no son de extrañar por la procedencia y los fines que persiguen, para que todo vuelva a la normalidad, a la normalidad de la corrupción, de la impunidad, del crimen y de la protección al narcotráfico, con una guerra interna, con un señalamiento de unos y de otros, para desprestigiar o desprestigiarnos ante los demás, como la forma estratégica de regresar al poder por parte de las derechas y quienes se predican del centro o de defensores de una democracia, democracia de papel, que como la Constitución de 1991, aún está en mora de entrar en vigencia con la plenitud de sus propósitos o de su misión y filosofía social y humana.
