Consternada se encuentra la sociedad huilense por la masacre ocurrida en la noche del viernes santo en el Centro Poblado de San Vicente, jurisdicción del municipio de La Plata, donde fueron vilmente asesinados los labriegos Luis Heliber Quintero Trujillo y sus dos hijos Ricardo Quintero Quintero y Luis Heliber Quintero Quintero. Las autoridades están haciendo las indagaciones preliminares sobre los autores intelectuales y materiales de este macabro crimen que enluta nuevamente a otra familia huilense. Algunos organismos de inteligencia del Estado infieren que podrían ser los responsables de este triple homicidio, la organización narcoterrorista residual de las Farc Dagoberto Ramos que viene haciendo presencia en esta zona suroccidental del Huila y en el territorio caucano.
No podemos permitir que se vuelvan a presentar episodios de violencia que en otrora afectaron el bienestar de esta localidad, que siempre se ha caracterizado por ser un remanso de paz y una gran despensa agropecuaria para el surcolombiano. Recorrer el territorio de este municipio, representa para los visitantes un verdadero oasis de tranquilidad, por los grandes atractivos turísticos que posee la región.
En medio de la más profunda crisis social y económica que está atravesando la sociedad colombiana por la irrupción de la pandemia de la Covid-19, nuevamente se han vuelto a presentarse los asesinatos colectivos en algunas regiones del país. Mientras las comunidades en los sectores rurales se encuentran permanentemente amenazados en el país por el accionar delincuencial, de estos grupos subversivos que reciben orientaciones de los miembros de la naciente organización Narcotalia en Venezuela, con la anuencia del dictador Nicolás Maduro y el Cartel de los Soles.
La sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror, que se han venido presentando durante décadas, para coaccionar a nuestra sociedad, son ocasionados por una amplia gama de organizaciones políticas transnacionales en la promoción de sus objetivos. Pero al interior de la sociedad colombiana, se ha venido presentando un desbordamiento de otra clase de males que los están afectando, como es el mundo de las drogas, la deshumanización de las personas y la pérdida de valores, que están haciendo metástasis en las nuevas generaciones por los nuevos estilos de vida consumista y que son alimentados por la penetración masiva de mensajes violentos a través de los medios de comunicación y las redes sociales.
Estos asesinatos, deben movilizar a las autoridades y a la sociedad en general. No hacerlo, es dinamitar los cimientos de la democracia, sino también abrir las puertas para que irrumpan quienes solo conocen el lenguaje de la muerte. La ciudadanía debe colaborar con las autoridades para prevenir cualquier hecho de violencia.