Desde que asumió la presidencia el actual mandatario de los colombianos, se ha venido presentando un proceso de debilitamiento progresivo de la fuerza pública y del ejército colombiano, así no quieran aceptar los movimientos políticos afectos al gobierno nacional, pero que los hechos violentos que se han multiplicado exponencialmente en algunas regiones del país, han generado un detrimento del bienestar general de las familias colombianas, y del sector productivo, porque los grupos narcoterroristas se encuentran empoderados por el accionar gubernamental, con el tal cuento de la fracasada política de paz, que hasta el momento no dado resultados positivos. Por los diferentes medios de comunicación se difunden noticias macabras y dantescas contra la inerme población civil por las amenazas contra su integridad física y su patrimonio económico, que cada vez se reflejan en el decaimiento de la dinámica económica del país. No queremos estar en contra del gobierno del presidente Petro. Pero dichos acontecimientos de violencia nos tienen bastante preocupados, porque la sociedad colombiana, no encuentra una luz al final del túnel para sacar adelante este anhelado crecimiento de la calidad de vida de los colombianos.
Pero hay elemento que empaña seriamente el loable sueño de la presente administración pública nacional. Es el ataque continuo de estas organizaciones narco subversivas a las fuerzas armadas del país. Es muy deprimente observar masacres y asesinatos selectivos contra algunos integrantes de la fuerza pública y del glorioso ejército colombiano. Y este fenómeno se nota en regiones donde hacen presencia estos grupos delincuenciales, que se ven acosados en muchas ocasiones, porque les están propinando sendos golpes a su libre actuar delincuencial. El gobierno nacional, no puede bajar la guardia, con el cuento de adelantar los diálogos de paz con algunas organizaciones subversivas. Es válida su intención de buscar acercamientos para establecer diálogos de paz, pero siempre bajo el control y la monitoria del gobierno nacional.
Recordemos que no son angelitos de la guarda. Tradicionalmente, estas organizaciones se aprovechan de esos diálogos de paz, para seguir fortaleciéndose a través del reclutamiento de menores para prepararlos a la guerra, incrementando las vacunas, el boleteo, secuestros, desplazamiento forzado, quema de vehículos de servicio público y privados, detonando artefactos explosivos en los establecimientos comerciales, con el fin de presionar a sus propietarios para que paguen sus extorsiones. Muchos áulicos del gobierno nacional afirman que siempre estos hechos han ocurrido siempre. Pero no es cierto. Hemos regresado cinco lustros, desde que el presidente Alvaro Uribe Vélez, en sus dos mandatos, logró contrarrestar esta violencia macabra y salvaje que vivimos durante décadas las familias colombianas. Se debe fortalecer la inteligencia militar y dotar tecnológicamente a las fuerzas armadas del país. No podemos cederle espacios a estos grupos narcoterroristas, que solo buscan generar caos y muerte a todas las familias colombianas.