Por Margarita Suárez
A raíz de que mi esposo, Jorge Herrera, fue operado a corazón abierto, hemos estado muy “activos” en solicitud de servicios de salud. Enfermarse es tortuoso y los controles después de una cirugía de alto riesgo son permanentes. Sin embargo, considero justo resaltar el buen servicio de la EPS Sanitas, a la cual está afiliado Jorge.
Las instalaciones en Neiva, están integradas en un solo lugar, en el segundo piso del Centro Comercial Unicentro: atención al afiliado, laboratorio clínico, servicio médico y entrega de medicamentos. Además de esmerada atención, con empleados capacitados para manejar clientes, el centro comercial cuenta con Parqueadero cubierto gratis. Las instalaciones de la EPS están climatizadas, cómoda silletería, pantalla digital para turnos, etc.
Obviamente, quien tiene que madrugar para que le saquen sangre para alguna prueba o quien debe esperar, así sea cómodamente sentados, para que les entreguen un medicamento o para que los atienda un profesional, por su misma calidad de enfermos no siempre están predispuestos a tomar la situación de manera agradable. Piensan que la culpa de su tragedia es de la EPS. Salir de su casa, tomar un transporte, llegar a un sitio con bastante público, esperar un turno, etc., cuando uno se siente mal de salud, no es motivo de felicidad.
De allí vienen esas reacciones como la vivida en la Nueva EPS, donde soy afiliada. Una persona vociferaba “esto es una porquería, qué atención tan mala”, frases acompañadas con palabras de grueso calibre. El paciente (¿impaciente?), había llegado tarde a la cita, a pesar de la advertencia de estar 20 minutos antes. La funcionaria explicaba que el sistema no permite entrar si la cita se perdió, toca pedir una nueva.
El señor salido de control, la insultaba. Fue necesario llamar a seguridad. El usuario entró en cólera cuando vio al vigilante y sin mediar palabra lo agarró a puños. La fuerza pública se lo llevó, mientras gritaba “ustedes no saben quién soy yo”. Sentí vergüenza ajena.
Hay congestión, pero recordemos que hoy en Colombia, el Sistema General de Seguridad Social en Salud, tiene cobertura del 100% de la población. Eso no pasaba antes. Cuando se creó la Ley 100 en 1993 la cobertura era de 30%. Esa cifra lo dice todo.
