A los hombres y mujeres se les juzga por sus actos. Jesús de Nazaret, el rabí de Galilea decía a sus apóstoles y seguidores: Por vuestros hechos os conoceréis; y lo hacía justo en el marco de la preocupación de quienes serían los impulsores de su mensaje, quienes temían que fuesen excluidos o maltratados en momentos en que cumplirían su misión, dado que no tenían el carisma de su maestro, El Salvador del Mundo. A Enrique Díaz Escandón, popular y cariñosamente conocido como Quiquino, justo en el atardecer de su vida laboral, le ha sucedido lo que en mi opinión es una verdadera e injusta desventura. Y lo digo por que hace cerca de diez días, se conocía en redes sociales una especie de comunicación en la que se decía que, por presuntos malos manejos, sería depuesto de su cargo como Gerente del Fondo Mixto de Cultura y Turismo del Huila – Fomcultura, y denunciado penalmente ante las autoridades. Debo confesar que me sorprendí notablemente con la información. Y cómo no hacerlo cuando he tenido, como miles de huilenses y colombianos, de conocer y tratar a Quiquino en su esfera laboral, pero también en lo personal y familiar. Parodiando el predicado del divino redentor, al hoy exgerente de Fomcultura, se le debería medir por la estatura de la plenitud de sus actos como el servidor de la cultura que fue durante más de cuarenta años. Por ello, permítame el lector compartirle algo desde mi percepción sobre este hombre.
Enrique es poseedor de una sin igual grandeza cuando de servir a los demás se trata, especialmente si los demás son los artistas y los gestores culturales. Este hombre que estudió comunicación y se volvió experto en cine, que viajó a Brasil a fortalecer sus conocimientos en la materia y se volvió a su tierra de origen, el Huila, se entregó desde muy joven a las causas culturales. Y lo fue desde los años 80s cuando la cultura huilense todavía fluía de manera tranquila, con la fuerza natural del pueblo que vive sus raíces, su identidad, hasta que en los 90s la nueva constitución política de Colombia desde un Estado – Nación más plural e incluyente, perfilaría la aparición de una legislación especial para la cultura y sus manifestaciones, lo que luego, en 1997 sería la Ley 397 o Ley General de Cultura. Y en todo este proceso de construcción social, Enrique estaba siempre activo desde la región, junto a sus paisanos y cultores. Este hombre que dirigió el Instituto Municipal de Cultura de Neiva, en la administración de Guillermo Plazas Alcid, llegaría por allá en 1996, a dirigir el Fondo Mixto de Cultura – Fomcultura ( su extensión hacia Turismo, vendría cerca de dos décadas después), lo hizo sucediendo en el cargo al Arquitecto Olmo Guillermo Liévano Rodríguez, gran gestor cultural y apasionado artista. Fomcultura, nace justamente al tenor de la Ley 397 de 1997, como una entidad de derecho privado que se nutre con recursos de orden público, creada para impulsar la cultura desde sus diversas manifestaciones artísticas. Y como toda entidad hecha para la cultura, este Fondo nació con precarios recursos económicos.
Pero ha sido justamente la capacidad gerencial de Enrique Díaz Escandón y los equipos de trabajo que ha dirigido, la que ha permitido que hoy Fomcultura ejecute proyectos anuales que superan los 30.000 millones de pesos. Diversas entidades públicas y privadas, empezando por el propio departamento del Huila, pasando por municipios y entes del orden nacional, tienen su fe y confianza en esta entidad. Desde el sector cultural hemos visto cómo la administración de Fomcultura ha prestado recursos a los artistas para sus proyectos que van desde la adquisición de insumos, llegando incluso a la financiación de presentaciones artísticas y participaciones en viajes internacionales de promoción del arte y sus creadores. Pero también muchos artistas que con frecuencia están en serias dificultades económicas para su diario vivir, encontraron en Fomcultura a un gerente cálido, comprensivo, siempre dispuesto a escuchar y encontrar una solución a los problemas. Pero no solo eso, también para aprovechar las oportunidades de un nuevo convenio de impulso al sector cultural y otros escenarios como la educación, la salud, el medio ambiente, los cuales viven en su dinámica la transversalidad de la cultura como elemento clave en la apropiación social de estrategias gubernamentales de beneficio común.
Es claro que una entidad manejada de esta forma ofrece a los convinientes la seguridad de entregar a Fomcultura los recursos para coadyuvar la financiación de tantos proyectos de beneficio socio-cultural y económico. Yo no se cual sea el pecado que se le endilga a Enrique y que lo tiene hoy por fuera de Fomcultura, con su imagen como persona y como ejecutivo, por el piso; en cambio sí doy fe de su incansable dedicación a la preservación, conservación, promoción y desarrollo de los matices culturales de la región y Colombia. Algo que, si me extraña, aun que no tanto, es la apatía y silencio de los miles de creadores que han vivido los efluvios benéficos de Fomcultura desde la gerencia que, durante cerca de treinta años, ejerció Enrique. Vaya condición la humana, con solo una brizna arrastrada por vientos de Agosto, posada sobre la vista de espectadores transitorios del sector cultural, nubla la razón y borra con descomunal plumazo, la imagen colorida y estimulante de un hombre cuya vida ha entregado a la cultura y sus manifestaciones.