Uno de los más mortíferos eventos climáticos de reciente suceso se presentó en Libia, un país del norte de África, donde aún no se sabe cuántas personas han perdido la vida. Los cálculos más recientes hablan de más de 20.000 muertos. ¡Una barbaridad!
Por: Carlos Tobar
El hecho afectó a una ciudad costera del mar Mediterráneo, Derna, ubicada a orillas del río Wadi Darnah, en el noreste del país, habitada por unas 80.000 personas. ¡Qué una cuarta parte de la población haya perecido y que, 30.000 de ellos estén desplazados, da la dimensión de la catástrofe!
Casi de manera simultánea la tormenta Daniel que golpeó a Libia, inundaba la región agrícola de Tesalia, en Grecia, con unos aguaceros que han sido los más fuertes desde 1930, vertiendo en dos días el equivalente a la lluvia de un año. En esta tormenta han perecido 17 personas y más de 200.000 animales, dicen las autoridades, que están en una carrera contra el tiempo para retirarlos e incinerarlos para evitar brotes de enfermedades infecciosas.
En los últimos años, con creciente periodicidad, se han estado presentando fenómenos climáticos de carácter catastrófico para la sociedad humana y, de manera general para los ecosistemas de distintas regiones del planeta: inundaciones, incendios, sequías extremas…, etc. Pakistán, China, India, Europa Central, España, Grecia, Canadá, los EE.UU. y un sinfín de países y regiones que como Suramérica y Colombia están siendo sometidos a fuertes tensiones climáticas.
Me ha preocupado el caso de Derna porque, en parte, la tragedia adquirió las dimensiones que tuvo debido la rotura de dos represas de almacenamiento de agua. Que no recibieron el mantenimiento necesario para garantizar su seguridad, ni tampoco el manejo técnico adecuado en medio del fenómeno climático extraordinario.
De manera inmediata vino a mi mente el caso de Neiva que, tiene en la parte alta del río Magdalena dos represas construidas para almacenar agua y generar energía: Betania y El Quimbo. Sobre ambas, en el pasado reciente ha habido denuncias de falta de mantenimiento y, sobre todo, de preparación para fenómenos climáticos extraordinarios.
¿Existe un plan nacional de mantenimiento y garantía de seguridad de este tipo de infraestructura? ¿Se destinan los recursos económicos suficientes para esos mantenimientos? ¿Hay planes de contingencia frente a una situación de crisis? ¿Qué entidad del estado tiene la responsabilidad de revisar que estos planes y trabajos se cumplan?
Lo pregunto, porque recientemente, ante la caída de unos puentes en varios corredores viales del país, se denunció que no existe ni los planes ni los recursos para hacer mantenimiento de ellos.
En un país, donde la institucionalidad pública, es cada vez más débil (el estado debe ser pequeño, ojalá inexistente, según la máxima neoliberal), estaremos amenazados de tragedias como la que estoy relatando. Ojalá me equivoque.
P.S. Les agradezco a mis fieles lectores que por otro año consecutivo me mantienen como uno de los columnistas más leídos de la región, según el panel de opinión de Cifras&Conceptos.
Neiva, 18 de septiembre de 2023