Es en la basílica «Notre-Dame de la Garde» que se desarrolla el primer momento de la visita del Papa Francisco a la ciudad francesa con ocasión de la clausura, mañana, de la iniciativa «Rencontres Méditerranéennes».
DIARIO DEL HUILA, REFLEXIONES
Papa Francisco ha pedido al clero de Marsella que sean «puerto seguro» para los «heridos de la vida» durante su discurso en la basílica de ‘Notre-Dame ante sacerdores, diáconos, seminaristas y superiores de las comunidades religiosas presentes en Marsella.
«Abramos las puertas de las iglesias y las casas parroquiales, pero sobre todo las del corazón, para mostrar el rostro de Nuestro Señor a través de nuestra mansedumbre, amabilidad y hospitalidad. Que cualquiera que se les acerque no encuentre distancias y juicios, sino el testimonio de una humilde alegría, más fructífera que cualquier capacidad ostentosa. Que los heridos de la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada, un aliento en vuestro abrazo, una caricia en vuestras manos, capaces de enjugar lágrimas», ha reclamado.
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En el primero de los actos de su visita a Marsella para clausurar los ‘Encuentros Mediterráneos’, el Pontífice, que ha entrado en la basílica en silla de ruedas, ha dicho que los consagrados también están invitados a hacer sentir a la gente la mirada de Jesús y, al mimso tiempo, llevar a Jesús la mirada de los hermanos. «En el primer caso, somos instrumentos de misericordia, en el segundo instrumentos de intercesión», ha añadido. «PERDONEN SIEMPRE» Y a los sacerdores, ha pedido que, por favor, en el sacramento de la penitencia, «perdonen siempre». «Perdonen siempre», ha repetido para asegurar que hay que dar el perdón con generosidad siempre para romper a través de la gracia las cadenas del pecado y «liberarlos de bloqueos, remordimientos, rencores y también miedos contra los cuales no pueden vencer solos».
En este sentido, le ha pedido que estén cerca de todos y especialmente de los más frágiles y menos afortunados». «Su cercanía que consuela, su compasión que cura, su ternura que conmueve. Cercanía, compasión, ternura. Estén cerca de todos, especialmente de los más frágiles y menos afortunados y que no les falte nunca a los que sufren su cercanía atenta y discreta», ha dicho.
Así, Francisco ha exhortado al clero a que lleven a los hermanos la mirada de Dios y a Dios la «sed de los hermanos». «Difundamos la alegría del Evangelio», ha dicho.
La ofrenda del Papa a Nuestra Señora de la Guardia
El Papa entra en la basílica en silla de ruedas, bendice a los presentes con el agua bendita símbolo del bautismo, luego llega al altar central detrás del cual se encuentra la estatua de Nuestra Señora de la Guardia a la que está dedicado el santuario. Dos religiosas sostienen una gran vela, regalo del Papa a María. Después de encenderla, símbolo de la luz de Cristo, Francisco se recoge en un momento de oración silenciosa ante la estatua. Al final es el arzobispo cardenal Jean-Marc Aveline quien dirige un saludo al Papa. Sigue la lectura de un pasaje tomado del libro de Sofonías.
Al tomar la palabra, Francisco recuerda a «los grandes» que fueron como peregrinos a esta misma basílica dedicada a Nuestra Señora de la Guardia y afirma que la exhortación a la confianza y a la alegría, contenida en el pasaje bíblico leído poco antes, remite a la historia de la misma basílica, no edificada para recordar un milagro o una aparición mariana, sino porque desde el siglo XIII los fieles han buscado y encontrado en esta colina «la presencia del Señor a través de los ojos de su Santa Madre».
María protagonista de un «cruce de miradas»
Todavía hoy, continúa el Papa, María, ‘la buena Madre’, es «protagonista de un tierno ‘cruce de miradas’: el de Jesús «cuyo amor refleja en sus ojos» y el de los hombres y mujeres que Ella presenta a Dios. Y habla de la «dimensión mariana» que pertenece al ministerio de cuantos lo están escuchando:
«También nosotros, sacerdotes y consagrados, estamos llamados a hacer sentir a la gente la mirada de Jesús y, al mismo tiempo, llevar a Jesús la mirada de los hermanos. En el primer caso somos instrumentos de misericordia, en el segundo instrumentos de intercesión.».
Que las puertas de las iglesias y del corazón estén siempre abiertas
La mirada de Jesús, subraya el Papa Francisco, está llena de ternura y esa ternura estamos llamados también nosotros a transmitirla a los demás. Y a los sacerdotes y a los religiosos les indica concretamente cómo hacer:
«Abramos las puertas de las iglesias y las casas parroquiales, pero sobre todo las del corazón, para mostrar el rostro de Nuestro Señor a través de nuestra mansedumbre, amabilidad y hospitalidad. Que cualquiera que se les acerque no encuentre distancias y juicios, sino el testimonio de una humilde alegría, más fructífera que cualquier capacidad ostentosa. Que los heridos de la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada, un aliento en vuestro abrazo, una caricia en vuestras manos, capaces de enjugar lágrimas».
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