Diario del Huila

Los niños abusados tras un sonido de libertad

Sep 25, 2023

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Del inglés Sound of Freedom, la traducción al español: Sonido de Libertad, es el filme dirigido por el mexicano Alejandro Monteverde y protagonizada por Jim CaviezelMira Sorvino y Bill Camp. ​ Jim Caviezel interpreta en esta película una historia inspirada en la vida del activista, antiguo agente especial en el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidosautor, y fundador de Operation Underground Railroad, Timothy Ballard. La producción que actualmente se presenta en salas de cine Royal Films en Colombia, y que en países como México ha llegado a posicionarse en los primeros lugares, deja al descubierto el terrible drama que cientos de niños centroamericanos y colombianos viven por cuenta de la trata infantil con propósitos de abuso y explotación sexual. La trama de la película que tiene como escenario principal de desarrollo la ciudad de Cartagena y otros territorios como Nariño en Colombia evidencia el deplorable negocio en el que los criminales han convertido a infantes que van desde los cuatro hasta los dieciséis años.  Resulta inevitable el afloramiento de lágrimas en los rostros de la mayoría de los cineastas; el filme es realmente conmovedor y tiene el poder de despertar sentimientos encontrados de pena por los niños abusados y de odio por los victimarios, en donde reluce la figura de una mujer que fue Miss Cartagena en el año 2013, la que sería, junto con cerca de once delincuentes asociados al negocio, procesada y encontrada culpable por el tráfico de niños. La exreina, recobraría la libertad un año y medio después de su condena, todo por cuenta de tecnicismos que habrían llevado al vencimiento de términos del proceso.

De acuerdo con un informe de la Organización Internacional para las Migraciones – OIM, relacionada con la Organización de Naciones Unidas – ONU, desde el 2013 hasta julio de 2020, de acuerdo con cifras del Ministerio del Interior, en Colombia se han registrado 686 casos de trata de personas, de los cuales el 82% corresponde a mujeres y el 18% a hombres. Además, el promedio de edad de las víctimas oscila entre los 18 y 30 años (55%), seguido de personas entre los 31 y 50 años (22%) y, por último, se presentan los niños, niñas y adolescentes (12%); es decir que, durante dicho periodo, 82 niños y niñas fueron víctimas del despreciable negocio. Sin duda, este caso de abuso de los niños, como de los mayores, es una clara y flagrante forma de esclavitud; un inadmisible y lamentable flagelo que, durante siglos, en diferentes regiones del mundo, fue legal, y que, según datos oficiales, hoy en día, cuando es ilegal esclavizar a un ser humano, existe mayor número de víctimas que en las épocas de mayor crudeza de tan infortunada manifestación de la brutalidad e inconsciencia humana.

El portal Epdata en actualización del 23 de septiembre de 2022, destaca que la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés) ha documentado los casos de hasta 225.000 víctimas de trata de personas ocurridos entre 2003 y 2016. Casi tres cuartas partes de ellas eran mujeres y niñas y la mayoría tenían fines de explotación sexual.

En el año 2016 las víctimas de trata de personas conocidas ascendían a 24.000. Esta cifra es el resultado de un análisis de la UNODC de 97 de los 194 países del mundo, una cifra que ha aumentado desde 2003, año en el que solo pudo acceder a 39 países. De acuerdo con el reporte, la explotación sexual es el principal tipo de explotación en mujeres y niñas, mientras que los trabajos forzados es el principal en hombres y niños. La mayor parte de las víctimas son mujeres adultas (49%), seguidas de las niñas, que representan un 23%.

A estas alturas de la civilización, o mejor de la incivilización de los pueblos en el planeta tierra, asombra ver cómo el ser humano cada día pisa más a fondo el espiral inverso de degradación de los valores. ¿Acaso es admisible que un adulto, un sinvergüenza, depravado, pedófilo, encuentre satisfacción de sus inconfesables y sórdidos deseos reprimidos, al abusar de un niño o niña de escasos seis, doce o quince años? Tan degradante es este criminal, habitante de los infiernos de Dante, pero aquí y ahora, con cuerpo físico generando daños irreparables en los niños, como aquellos malditos traficantes que asimilan al ser humano y a su más indefensa expresión, los infantes, a un producto, una mercancía con la que transa tantas veces como su ambición le dicta. Se suma a este cartel los espurios oficiantes de la ley colombiana y del mundo, que por mezquinos intereses se prestan para dejar en libertad a los victimarios. Con gente así, es duro decirlo, pero lo hago con propiedad y convicción, este planeta es un mundo de mierda.

La vehemencia del protagonista de Sonido de Libertad, por encontrar y liberar a los niños víctimas, en un papel de admirable calidad y persuasión, arrancan de sus ojos lágrimas que se repiten en los rostros en la sala de cine, cuando asimila a los niños a los ángeles de dios. El filme dejará en evidencia que el maltrato a los niños involucra a extranjeros que vienen a Cartagena tras de su nefasta aventura, como también a al menos a un comandante guerrillero que compra una niña de once años para hacerla su objeto sexual. Vaya qué mentira, qué doble moral la de vender a Cartagena como el gran destino turístico, sol y playa, cultura y patrimonio, eventos y convenciones, mientras en los oscuros laberintos de muros que atestiguan el indefinible dolor de niños y niñas abusadas, se practica el infame turismo sexual con menores, si es que a eso se le puede llamar turismo, pero que los traficantes de esta macabra oferta, así los venden a pedófilos y pederastas a través de soterradas redes de información digital que atraen a hombres de la peor condición humana del planeta, hacia la afamada ciudad caribeña de Cartagena.

Esto es terrible. En uno de los pasajes de la mitología egipcia se utiliza una expresión contundente para tratar a los infractores de las leyes cósmicas, cual es el caso de estos cafres, del todo repudiables: Sean ellos malditos, condenados y muertos.

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