Hemos sido reiterativos de esta tribuna, que es muy preocupante la situación del orden público en algunos municipios del departamento por la presencia de las disidencias de las Farc, que han empezado a tener un dominio territorial con la anuencia del gobierno nacional, porque se encuentra a espaldas de la verdadera realidad que están viviendo los residentes de estas localidades. Lo cierto es que el margen de espera inicial, la confianza con la que arrancó la política pública de la paz total, se ha visto mermado por episodios puntuales que les dan la razón a quienes desde el comienzo señalaron las dificultades de un esfuerzo así de amplio.
Los episodios que se vienen de manera reiterada sucediendo en algunas regiones del país, donde estas organizaciones rebeldes, demuestran que no tienen voluntad de paz. La critica que se le hace al gobierno nacional, es que no se les puede bajar la guardia. No se puede seguir debitando progresivamente a las fuerzas militares y a la fuerza pública en el país. Ellos han aprovechado para seguir ampliando su dominio territorial, secuestrando, aumentando su accionar extorsivo, reclutando menores, impulsando paros armados, narcotráfico, reclutando menores, imponiendo su gobernabilidad en amplias zonas del país, que tienen desesperados a estas familias porque han regresado a los tiempos que vivieron hace más de cinco lustros. Esto está sucediendo en los municipios del occidente del Huila. Ya tienen un dominio territorial que han desbordado la capacidad de respuesta de las autoridades locales y departamentales.
Esta loable política de paz se le ha vuelto un efecto dominó adverso para el gobierno nacional. Tanto quienes la criticaron como quienes la apoyaron coincidieron en que se trataba de una política inédita y riesgosa. Era claro que al pretender abarcar a todos los generadores de violencia en el país iba a obligar a sus responsables a exigirse a fondo. Tener que avanzar en tantos frentes al tiempo en pos de un mismo objetivo, en un terreno que siempre ha sido de arenas movedizas como lo es el de la negociación con ilegales, suponía un esfuerzo descomunal.
Razón de más para, en lo posible, no dejar cabos sueltos. Gobierno está a tiempo de tomar correctivos, para sincronizar las piezas de este complejo engranaje Para ello es esencial un renovado planteamiento de seguridad y de ejercicio de la autoridad, que no es incompatible con la búsqueda de la paz. En síntesis, lo complejo del momento debe ser la oportunidad para revisar todo aquello que hoy pone en riesgo de fracaso toda la estrategia. La laxitud que ha tenido el ejecutivo con estas organizaciones narcoterroristas en medio de los diálogos de paz que se han iniciado, reflejan que este camino es muy tortuoso con estas organizaciones subversivas. No son los angelitos de la guarda.
