En Neiva, se ha vuelto común observar niños, niñas y adolescentes involucrados en la mendicidad y el trabajo infantil. Diario del Huila tuvo acceso a las historias de tres pequeños, quienes, mientras desempeñan sus labores, compartieron las razones que los llevan a trabajar en lugar de dedicarse a jugar y aprender. El panorama no es alentador de esta niñez interrumpida.
Diario del Huila, Investigación
El sol cae implacable sobre la Carrera Quinta, en el corazón de la ciudad de Neiva, pintando la ciudad con tonalidades doradas mientras la vida cotidiana sigue su curso. En medio de ese escenario, se encuentra *Sofia, una niña de tan solo 12 años, desafiando las altas temperaturas y el agobiante calor para vender mazorcas asadas y chuzos de carne en pleno corazón del centro de la ciudad.
Desde las 2 de la tarde, cuando el termómetro marca los 40 grados centígrados, *Sofia inicia su jornada laboral. Su pequeño cuerpo soporta la carga de responsabilidades que van más allá de su corta edad. La necesidad la impulsa a enfrentarse a las adversidades de la calle, a lidiar con el calor abrasador y a ofrecer su mercancía a transeúntes y curiosos.
La niña, con mirada determinada, cuenta su historia entre el chisporroteo de las mazorcas en la parrilla y el aroma tentador que se esparce por la Quinta. Dice que trabaja para ayudar a su madre y contribuir al sustento de sus hermanos y el suyo propio. Las razones, aunque nobles, evidencian una realidad preocupante: la presencia del trabajo infantil en pleno centro de Neiva.
En la conversación con *Sofia, se desvelan las dificultades que enfrenta día a día. El calor extremo no solo afecta su salud, sino que también desafía su resistencia física. Su piel morena muestra las huellas de largas jornadas bajo el sol inclemente, y su voz revela una madurez forzada por las circunstancias.
Al profundizar en su historia, se descubre que la educación está fuera de su alcance, ya que la urgencia de generar ingresos para la familia ha desplazado la posibilidad de aprender y crecer como niña. Este fenómeno, que no debería tener cabida en pleno siglo XXI, se presenta como una realidad palpable en el corazón de Neiva.
*Manuel el vendedor de gelatinas
A unas cuantas cuadras de donde permanece *Sofía, luchando con el humo del asador, en el bullicio caótico de la hora pico, entre el estruendo ensordecedor de carros y motocicletas, se abre paso un pequeño de apenas 8 años. Se llama *Manuel y, con una bandeja llena de «gelatinas de pata», se aventura en medio del tráfico para ganarse la vida y, al mismo tiempo, sostener el peso de la responsabilidad que la necesidad ha depositado en sus hombros infantiles.
*Manuel, de mirada inocente pero llena de determinación, es un niño que ha cambiado sus juguetes y el tiempo de juego por las responsabilidades de un adulto. Aunque las aulas de clase están temporalmente vacías debido a las vacaciones, él no disfruta del tiempo libre que los niños de su edad suelen tener. En lugar de eso, se adentra en el trajín diario para vender sus gelatinas, cada una de ellas ofrecida a dos mil pesos.
Es sorprendente ver cómo se escabulle entre el denso tráfico de la capital huilense, sorteando el ruido y la congestión vehicular. La bandeja que sostiene, repleta de blanquecinas gelatinas, representa mucho más que un producto para vender; es el medio por el cual intenta aliviar la carga económica que pesa sobre los hombros de su familia.
La mendicidad por unas cuantas monedas
Todas estas historias ocurren de manera paralelas, pues tienen que aprovechar lo concurrido del lugar y la luz del día para obtener alguna ganancia. Pero hay otra realidad, y es el de la mendicidad, justo a las afueras de la majestuosa Catedral La Inmaculada Concepción, la vida de *Mercedes, una adolescente indígena, se desenvuelve en una realidad marcada por la necesidad y la mendicidad. Apenas una joven, pero cargando sobre sus hombros la responsabilidad de dos niños, uno de brazos y otro que apenas roza los tres años de edad.
Ella se convierte en una presencia constante en ese rincón de la ciudad, esperando con paciencia a que la generosidad de algún alma caritativa le otorgue unas monedas. Sus ojos, llenos de esperanza y resignación, buscan compasión en aquellos que transitan a su alrededor, en medio del bullicio y la prisa del centro de Neiva.
Erradicación del trabajo infantil
Milton Jovany Orozco Piedrahita, líder de primera infancia, infancia y adolescencia en el municipio de Neiva, revela que, aunque el problema de trabajo infantil no es de gran magnitud en la localidad, es necesario tomar precauciones. Destaca que las actividades económicas donde se evidencia la participación de niños incluyen la venta de golosinas, la venta de rosas, el cuidado de autos y el transporte de mercancías en Surabastos, principal centro de abastos en el sur de Colombia, así como el mercado campesino en el barrio Calixto, ubicado en la Comuna Siete. También se ha observado la presencia de menores en el parque Santander y la Carrera Quinta.
En cuanto a las políticas para prevenir el trabajo infantil, asegura que la Administración Municipal implementó la Estrategia Móvil para la Erradicación del Trabajo Infantil. Este programa involucra a profesionales en psicología, pedagogía y apoyo a la gestión, quienes recorren las calles, semáforos y gastrobares con el objetivo de identificar a niños en situación de trabajo infantil. Aquellos identificados reciben una visita en sus hogares para evaluar si tienen derechos vulnerados.
Además, la Administración opera el Comité para la Erradicación del Trabajo Infantil, que se reúne seis veces al año. Este comité reúne a diversas entidades con el propósito de garantizar el restablecimiento de los derechos de los menores que se encuentren trabajando en las peores condiciones. Estos menores son trasladados a una casa de paso, donde reciben atención inicial durante 12 días calendario, mientras se determina si se restablece la medida o si son ubicados en hogares sustitutos del ICBF.
Orozco Piedrahita señala que en ocasiones han interactuado con familias que permanecen en semáforos y utilizan la mendicidad para generar lástima y obtener recursos, a menudo prefiriendo pedir limosna que buscar trabajo.
Faltan políticas públicas
Para Wilson Díaz Sterling, personero de la ciudad, las condiciones sociales y económicas en Neiva han contribuido al aumento tanto de la deserción escolar como del trabajo infantil. Esto se traduce muchas veces en que los niños buscan empleo para apoyar a sus hogares y generar ingresos para su sustento. “Esta problemática ha sido objeto de análisis en el Comité Interinstitucional para la Erradicación del Trabajo Infantil, con el objetivo de concientizar a los padres sobre esta práctica perjudicial para los menores”.
Díaz Sterling destaca que la difícil situación económica de las familias ha llevado a que los niños realicen trabajos indebidos en determinadas horas y sectores comerciales, vulnerando así los derechos fundamentales de la infancia y la adolescencia en Neiva. A pesar de los esfuerzos, el representante del Ministerio Público señala la falta de estadísticas precisas para medir la cantidad de niños trabajadores en la ciudad, indicando que la única referencia disponible son los datos relacionados con la deserción escolar.
El funcionario subraya la necesidad de implementar una política que permita cuantificar e identificar todos los sectores de Neiva, incluyendo las circunstancias que impulsan a los niños a involucrarse en el trabajo infantil. Además, destaca la responsabilidad del Estado Colombiano en la creación de políticas públicas que garanticen la permanencia de los niños en el calendario escolar.
Uno de los principales desafíos, según el personero, es que algunos padres argumentan la falta oportuna del Programa de Alimentación Escolar y el transporte escolar como motivo para que sus hijos abandonen la escuela. Algunos niños, en busca de alimentarse, se ven obligados a estudiar con ese propósito. Esto subraya la necesidad de que estos programas educativos sean pertinentes y motivadores para evitar el trabajo infantil, ya que, en algunos casos, la pérdida de la custodia de los hijos está en juego para los padres.
Panorama nacional
Actualmente, según cifras del Dane a corte 2022, 369.000 menores de edad, entre los 5 y los 17 años, ejercen algún tipo de trabajo infantil. El 55,6% de esta población se encontraba ubicada en centros poblados y rural disperso (206.000 personas) y el 44,4% en ciudades principales o cabeceras (164.000 personas).
En su más reciente reporte, esta autoridad estadística señala que “el 69,5% de la población de 5 a 17 años que se encontraba trabajando eran hombres (257.000 personas) y el 30,5% eran mujeres (113.000 personas). Por rangos de edad, la mayor concentración de niños, niñas y adolescentes que trabajan, se presentó en el rango de 15 a 17 años con 70,1%, mientras que la población de 5 a 14 años fue el 29,9%”.
Al revisar las principales razones por las que los menores de 5 a 17 años trabajan actualmente, según el Dane un 37,1% dice que lo hace para tener su propio dinero, el 33,3% debe participar en la actividad económica de la familia y un 15,7% acude a esto para ayudar con los gastos de la casa o para costearse los estudios.
Abordar la problemática sobre el trabajo infantil en la ciudad se vuelve cada vez más urgente, buscando visibilizar casos como el de *Sofia, *Manuel y *Mercedes y generar conciencia sobre la importancia de proteger los derechos fundamentales de los niños. Estas historias, se convierte en un llamado a la acción, recordándonos la responsabilidad colectiva de construir un futuro donde la infancia no esté marcada por la explotación laboral.
*Nombres cambiados por protección del menor.