Ha sido el alma de antepasados agustinianos, o acaso el caudal del Magdalena encausado en menos de dos metros; o tal vez la magia de nubes asombradas por el verde de montañas, lo que me ha traído junto a mi familia, el pasado fin de semana a dejar que nuestros pasos sigan las huellas de los millones de personas que durante décadas han pisado el suelo amable de San Agustín. Si, este destino turístico que hace mucho dejó de ser un sencillo pueblo para erigirse como un territorio que es de todos los hombres y mujeres moradores de la tierra; un San Agustín Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad, en cuya geografía los ancestros, con elevado y excepcional rito, sembraron a sus muertos que viven eternamente en una de las más grandes necrópolis del mundo.
En la decisión de viaje del turista, el alojamiento es una de sus prioridades y por ello, atendiendo la cálida atención de Olga Lucía Medina y Emiliano Pastrana, llegamos a su hotel, el reconocido Hotel Yuma, cuyos prados de permanente verdor atraen la mirada del visitante al tiempo que lo invita a descansar en las cabañas de generoso y abrigado espacio. Un hotel que tiene un paisaje de trescientos sesenta grados, delineado por árboles cual centinelas silentes, de nubes siempre embarazadas que vierten su espíritu fresco sobre todas las criaturas. En este lugar, pudimos disfrutar de una biblioteca que seduce al turista lector a descubrir relatos, novelas, poesía, ciencia y hasta disquisiciones de connotados estadistas y juristas, mientras por momentos, la mirada lectora se alegra con la multiplicidad de flores cuyo colorido replican el azul de los ojos de Olga Lucía, devota de Veranos, Novios y Anturios. Adicionalmente, tantas otras vivencias que hacen bien al gusto del turista como son: la gastronomía, los senderos interiores y no se diga, la atención amable y eficiente de su personal. La paz que reina en su entorno edifica en el interior del huésped la sensibilidad hacia su auto observación, hacia a la comunión con el ritmo perenne de su propia particularidad.
Ahora bien, en tratándose de alojamiento, nuestra estancia en el corazón arqueológico de Colombia, nos llevaría feliz e inexorablemente a visitar el San Agustín Internacional Hotel, en donde cada edificación lleva a una vivencia internacional por la suerte de diseños arquitectónicos de estilos escandinavos, griegos, americanos, mediterráneos o colombianos, cual es el caso de la imponente casa colombiana de cuatro aguas, tan metida en el universo de fincas cafeteras en los paisajes de verde y rojo o amarillo y azul de nuestro país. Mientras seguíamos el caminar de Ricardo, nuestro afectuoso amigo y empresario, por el sendero de Las Gallinas Felices, en el interior del hotel, nos descubrimos viajando a la época del descubrimiento científico de San Agustín cuando en el año de 1914 Konrad Theodor Preuss, empacó cuidadosamente al menos treinta esculturas y las llevó a Alemania para decir al mundo científico que San Agustín existía. El relato de Ricardo fluía de forma emocionada en cada estación del sendero que él y su entrañable esposa Alma, diseñaron con réplicas de las esculturas llevadas por Preuss al viejo continente. La verdad estar al frente de cada obra escultórica deja sentir la música del artista precolombino, te lleva una vez más a los confines inimaginables del sentido mito poético que nuestro pueblo ancestral tuvo para inspirarse y legar a la humanidad sus inescrutables verdades, mismas que permiten toda clase de interpretaciones cósmicas o etnográficas en donde académicos y los poseedores de la tradición oral, como también, desde hace algunas décadas, esoteristas, escriben y predican su propio discernimiento de tan excepcional pueblo, llamado ancestralmente como Ullumbe. Este es un hotel que gusta por el canto de aves, de ardillas que dan cuenta de los frutos silvestres que allí crecen. Agrada por el café orgánico que se produce junto a las edificaciones que acogen al turista durmiente y soñador. Hay que tomarse el tiempo para contemplar las flores endémicas que Alma, la insigne empresaria, con sensibilidad de virtuosa arquitecta, planta cada día mientras sueña a sus nietos y los niños de todos, como a los adultos en general, llenar sus corazones de color, de néctar, del vuelo de toches y azulejos que se posan en esta campiña, parque en el que se vive, mientras se sueña.
Quien visita el Hotel Yuma y el Hotel San Agustín Internacional, no puede salir de allí sin que su ser quedé tocado por un sentimiento de paz, de armonía. Y hay algo que me ha asombrado de estos dos lugares, es un algo que aquellos que conocemos a sus gestores: Olga Lucía y Emiliano, Alma y Ricardo, podemos percibir; es el testimonio del tesón, de la constancia de dos matrimonios capaces de escribir sus sueños, dibujarlos en maqueta y luego echarlos a volar en el mundo práctico de magníficas construcciones donde nuevos sueños de viajeros también toman forma, prodigando una renovada vivencia, que más allá de ser turismo, es una experiencia vital.
Este San Agustín para el turismo que, sus empresarios construyen e impulsan a diario, tiene una característica muy especial y es la neutralidad que le asiste cuando variables como la agitación del orden público parecen amenazar en el país a la industria sin chimeneas. Aquí al turista se respeta desde todas las aristas de su integridad. Cual la imperial Viena – Austria que, mientras otros iban a la guerra, ésta concertaba bodas y conciertos, San Agustín escenifica todo el año, la obra de naturaleza y cultura, en donde sus moradores y turistas se sienten bien.
A ellos cuatro, mi más profunda admiración y respeto por lo que son como bellos seres humanos y ejemplares empresarios, como incontrastables guardas y promotores de la cultura agustinana. Han sido idóneos para superar todas las crisis que en ocasiones lastiman al destino Huila, como a Colombia entero y se la juegan para mantener y hacer crecer ofertas turísticas de calidad para el mercado nacional e internacional.