En este ciclón actual de la existencia, la sexualidad está directamente ligada a ella, ya que estamos inmersos en esa mentalidad genital, carnal y erótica, que resulta improbable controlar, imaginemos en que podría desembocar la libertad total de estos impulsos; sería como intentar domesticar a un mapache.
Romper este patrón sexualizado en un hombre; no solo conferiría autenticidad y equilibrio, sino que trascendería a niveles emocionales y espirituales de la existencia.
En la actualidad la sociedad de consumo inunda la web con publicidad y redes sociales, sobre estimulando nuestra mente, lo que nos conduce a abundancia de pensamientos y acciones que alteran nuestra percepción del concepto real y el propósito final de la sexualidad.
La hipersexualización se convirtió en la norma, permeó de forma general el entretenimiento; de manera inconsciente va moldeando la mente, transfigurando la visión sobre lo que somos y como vemos al entorno, se convierte en nuestro enemigo arrojando como resultado adicciones que desembocan en la destrucción de la base de la sociedad; hablo de la familia.
Romper estos esquemas sin lugar a duda requiere de inquebrantable voluntad, desarrollo de nuestra atención plena, dominio sobre la propia sensibilidad para alcanzar la sabiduría y la virtud, observar nuestros pensamientos y acciones sin juzgarlos.
Podemos enfocar la atención plena a través de la respiración en un ambiente de absoluto silencio o la reacción del cuerpo a diferentes estímulos externos; en palabras coloquiales es vivir el presente, no enfrascarnos en sucesos del pasado y mucho menos por las expectativas de futuro, vivir el aquí y el ahora, disfrutar del eterno presente.
Esta plena atención nos permite observar nuestros pensamientos y emociones sexuales sin identificarnos con ellos, nos permite desarrollar una visión más equilibrada de la sexualidad como parte natural de la vida, pero no como el centro de nuestro ser; si nos sentimos atraídos sexualmente por alguien, debemos centrarnos en las cualidades no sexuales de esa persona, observemos su personalidad, su inteligencia, su sentido del humor, esto ayudará a ver la persona como un ser completo, no como un objeto sexual.
Prácticas estoicas nos ayudan a desarrollar la virtud de la templanza, que es la capacidad de controlar nuestros deseos y pasiones. Los entornos caóticos, la presión social y la sobreexposición a estímulos sexuales nos llevan a estados de distracción constante, falta de control y enfoque en la mente que conllevan a transmutar nuestro entorno en confusión, caos llama caos.
Honremos a las mujeres, en ellas está el don divino de Dios; la creación, la procreación, la cocreacion, la extensión de la vida. Basta ya que para vender un dulce se tenga que desnudar la dignidad de una doncella. ¡Palabra de espartano!