Luis Humberto Tovar Trujillo
Cada día, me aterro más de dos formas adicionales de incapacidad. La primera, del gobierno para dirigir al país, y la segunda, la de los supuestos dirigentes, para liderar la liberación de Colombia de este yugo asesino de democracias.
Estamos ante el “sálvese quien pueda”, y “eso no es conmigo”; mientras tanto todos comiendo mierda, y eructando pollo.
Hemos perdido todo, hasta la dignidad. La Fuerza Publica también. Humillados hasta la coronilla, los sacan a culetazos desde todos los territorios, y lo peor, dicen cumplir la constitución y la ley.
Hasta allá hemos llegado; de que crean que defienden la constitución, mientras con su aprobación, renuncian a cualquier concepto de dignidad, y son sometidos a los peores vejámenes, propios de una esclavitud estrambótica, pero con armas.
Defienden personas, pero no las instituciones, contrario a los dictados de nuestra carta política.
Estamos frente a una de las peores dictaduras del mundo, que incluye a la fuerza pública, que algún día les será cobrada por la rebeldía de un pueblo, que hasta ahora no se ve, y donde solo esperan encuestas, pero de aquello nada.
La democracia colombiana ha desaparecido, hasta con el consentimiento de quienes estaban llamados a soportarla y defenderla, el congreso y la rama judicial.
Estamos además secuestrados por el delito, liderado, que es lo peor, por el gobierno, desde donde nacen todas las tipicidades de delincuenciales, hasta las que no están consignadas en el estatuto penal colombiano.
Si en las elecciones regionales se demostró la desesperanza del pueblo, porque no proceder a exterminar la dictadura, donde, hasta la libertad de expresión se perdió, por culpa del gobierno, y de esos alambiques del congreso y las cortes.
A veces esta última con algunas decisiones, pareciera que resucitaran utilizando mecanismos alternativos para la supervivencia, después de que, por prebendas presidenciales, aceptaran contra la constitución, la tragedia de Colombia viviente.
Una dictadura donde todo es terrorismo, un país amedrentado y con poca estimulina de todos los mal llamados dirigentes y de quienes están llamados a intervenir ante este desastre.
Solo el fiscal general con valentía y sintiendo la desgracia dictatorial que vivimos, ha salido a indicarle al dictador que nos ha llevado a un narcoestado, que todavía existe alguien que le duele Colombia.
Como en épocas de Santos, el procurador de esa época, siempre utilizo la bandera izada, para defendernos de lo que hoy estamos viviendo, hoy el fiscal general hace lo mismo, sin una clase política porque esta adormecida por las “mieles” del narcoestado.
