Por: Danilo Arboleda.
Es un proceso vital que implica finalizar etapas, dejar atrás experiencias pasadas y preparase para nuevas oportunidades. A menudo, implica aceptar y aprender de lo vivido para avanzar hacia nuevas posibilidades de crecimiento en todos los campos.
Este año, en resumidas cuentas, lo trazo como “La noche oscura del alma” en donde describo una etapa de crisis interior o profunda oscuridad espiritual. El anuario precedente fue desafiante. Sirvió para reflexionar sobre las lecciones aprendidas, centrarse en el crecimiento personal; ayuda sin dudas a cerrar el capítulo y a mirar adelante con renovada esperanza de futuro.
Vivimos de manera cíclica (inicia, desarrollo y final) y lo más trascendental es que no somos conscientes de eso, debemos enfocarnos en grandes, no obstante, no se pueden perder de vista los acontecimientos diarios.
El cambio nos aterroriza; somos animales de costumbre, el proceso del cambio debemos entenderlo; que lo que sucede no lo podemos tomar personal, la vida es un movimiento perenne, no es rígida; si la vivimos así nos rompemos tal cual como suele suceder con el cristal de más alta calidad.
Lo mejor de la vida está por venir y se debe dejar fluir, si nos encapsulamos en sentimientos negativos y energías de baja vibración va a ser imposible guardar alguna esperanza. Si seguimos enojados continuamos con las manos cerradas (puños) ¿y cómo hacemos para recibir lo que la vida nos quiere dar si no las abrimos para recibir?
Acciones que nos conducen a mejorar en este cierre de ciclos. Agradecer a diario por cada situación, es clave la gratitud por todo, por más desagradable que hayan sido los acontecimientos que nos dañaron. Pedir perdón; es quizá lo más complicado de hacer, siempre hay alguna acción que consciente o inconscientemente ejecutamos, que afectan a los demás. Perdonar por lo que nos haya dolido; por lo que no hayamos podido manejar, te perdono vida, estamos en paz. Hablar de lo que sentimos; hacerlo de manera abierta y honesta en búsqueda de fortalecer relaciones; nos conduce a abrir en vez de cerrar, lo compartido es lo que nos conecta. Decir adiós; tener el valor de soltar lo que no nos hace bien, planear lo que está a nuestro alcance y dejar en manos de nuestro ser superior, en mi caso, DIOS, las circunstancias que salen de nuestro control.
Por último, lo que viene conviene, conservar a las personas grandes que han estado en nuestra vida, no colocarles techo, no obstante, de las eventualidades, le han puesto corazón, coraje y valentía para continuar a tu lado. A pesar de todo. ¡Palabra de espartano!