Alfredo Vargas Ortiz
Orgullosamente Docente de la Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho por la Universidad Nacional de Colombia
Asistimos a una crisis moral sin precedentes, donde los hombres y mujeres de bien han optado por marginarse de la vida pública debido a la putrefacción que implica el quehacer de la politiquería reinante. En la actualidad, parece valer más tener relaciones «políticas» que estar formado o preparado para ocupar un cargo. Se premia la astucia, la trampa y la manipulación sobre la idoneidad para gobernar. Se exige un prontuario para ocupar una curul en el congreso, la asamblea, el concejo, la gobernación, la alcaldía o cualquier otro cargo público.
Los principios establecidos en la Constitución Política, que demandan actuar con transparencia, dignidad, equidad, justicia, respeto al debido proceso y solidaridad con los más necesitados, son ignorados. La pobreza solo parece importar en época electoral, cuando los necesitados son vistos como un mal necesario para alcanzar el poder, siendo luego olvidados y marginados.
El país y el Huila necesitan que la excepción se convierta en regla, que los cargos públicos se obtengan por mérito y no por adulación al político de turno o por la habilidad para engañar a los electores. No es posible que una sociedad progrese con una clase política cuya principal preocupación es financiar sus vidas a costa del erario público.
La penetración de la politiquería en instituciones como la Universidad Surcolombiana es aberrante. A pesar de las múltiples denuncias, los organismos de control poco hacen al respecto. Las elecciones para cargos de representación ya no se basan en ideas o programas, sino en tácticas populistas. La presencia de politiqueros en el ámbito universitario, que antes era inaceptable, ahora es común, incluso siendo invitados por estudiantes, egresados y profesores.
Resulta inaceptable que la administración se permita incluso perseguir a medios de comunicación como Desde la U (no contratando a su periodista y desfinanciando su impresión), que durante más de 20 años ha informado a la comunidad universitaria y ha servido como espacio de práctica para los estudiantes de Comunicación Social y Periodismo, quienes han sido reconocidos por su excelente trabajo. La censura se convierte en una práctica dictatorial que debe ser rechazada y denunciada en todas las instancias.
La universidad debe ser un espacio para la reflexión y el trabajo en equipo, para formar personas íntegras que estén comprometidas con los fines institucionales de investigación, docencia y proyección social. Es responsabilidad de la universidad formar a hombres y mujeres de bien, ya que su desviación del camino implica la pérdida de la institución académica más importante de la región Surcolombiana, y, por ende, la pérdida en la lucha contra la corrupción, la pobreza, el analfabetismo, la violencia y otros males que los responsables de la vida pública han dejado en nuestros pueblos.
Para aquellos responsables, nuestro total rechazo. Para los estudiantes, maestros y egresados que continúan trabajando con dignidad y respeto por nuestra institución, todo nuestro respaldo y apoyo. Porque la universidad nació en la calle y en la calle la defenderemos.