Ruber Bustos Ramírez
En Colombia, el café no solo es un cultivo, sino el alma de nuestro país y una fuente vital de ingresos de las familias que vivimos en las zonas rurales. Lamentablemente, estamos siendo testigos de una sucia y alarmante tendencia: el menosprecio y la ignorancia hacia aquellos que consagramos nuestras vidas al cultivo del grano, por ello si tenemos que salir a defenderlo, saldremos a las calles.
Las «bases cafeteras» propuestas por el Presidente Gustavo Petro no solo constituyen una errónea y deshonrosa denominación, sino que también desacreditan el esfuerzo y compromiso de quienes somos los guardianes de los cafetales. Estas etiquetas no solo socavan nuestra labor, sino que también siembran divisiones injustificadas en nuestra sociedad. ¿Por qué denigrar de quienes día tras día laboramos incansablemente por el bienestar de nuestras familias y comunidades?
Es alarmante ver cómo desde el gobierno se intenta silenciar la voz de los caficultores y se organiza una Asamblea Nacional Cafetera sin la participación de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), institución legítima y democráticamente elegida por los productores.
La democracia y la participación son valores fundamentales en nuestra sociedad, y los caficultores ejercen su derecho al voto cada cuatro años para elegir a sus representantes gremiales. En las últimas elecciones, más de 16.000 candidatos compitieron por los puestos en los comités municipales y departamentales, reflejando una participación del 55% de los caficultores en las urnas, recordémosle al Gobierno Nacional y a sus ministros, que la democracia y la participación son pilares fundamentales de nuestra sociedad, los mismos valores que les permitieron acceder al poder.
Entonces, nos preguntamos, ¿qué tipo de régimen es este si no es inclusivo y constructivo? ¿Cómo pueden pretender abordar los problemas del sector cafetero sin siquiera escuchar a aquellos que verdaderamente lo conocemos y vivimos?
Es hora de enaltecer y de respetar nuestra labor, de colaborar estrechamente con la Federación, una entidad que representa legitimidad, fortaleza institucional, capacidad de convocatoria y avances tecnológicos. Solo a través de una inclusión genuina y el compromiso con los verdaderos actores del café podremos construir un futuro prometedor para esta industria.