ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Ocurrió lo que era previsible. El desafío derivado de las masivas marchas del 21 donde los opositores al gobierno expresaron su inconformidad con las reformas y su estilo pendenciero y autocrático, fue eficazmente respondido por los seguidores del presidente Petro, quien montado hábilmente en la tradicional festividad del primero de mayo, respondió con masivas marchas callejeras de apoyo a su gobierno.
Cada vez es más evidente que las expresiones ciudadanas que permite el frágil sistema democrático, se han trasladado a las calles donde los grandes ausentes son los partidos políticos; pues éstos se expresan en el Congreso donde sus respectivas bancadas no legislan ni hacen control político, si no que están al acecho de los gajes y privilegios que les otorga la representación popular, donde al poder del ejecutivo los seduce con gran habilidad.
En la columna anterior donde asimilaba la dinámica de la política con una montaña rusa ofrecí a los amables lectores mencionar las causas de tan singular fenómeno social. Para ello, debo ocuparme hoy en precisarlas, pues dicho ofrecimiento debe ser honrado con elemental respeto.
La primera y quizás más determinante se localiza en la perversidad del régimen político y electoral vigente en nuestro sistema democrático, el cual se sostiene en el clientelismo y la corrupción.
La segunda la podemos precisar en el grave error en que incurrieron los constituyentes del 91 al definir el maridaje institucional entre la política y la justicia; pues la Corte Suprema de Justicia elige al Fiscal General de terna escogida por el presidente; el Procurador es elegido por el Senado; el Contralor, el Defensor del Pueblo y los Magistrados de la Corte Constitucional los elige el Congreso: en fin, dicho maridaje ha generado el cruce de favores entre unos y otros, donde se sacrifica la autonomía e independencia de los organismos de control que ha conducido a la impunidad total.
La tercera causa se relaciona con el esquema partidos de gobierno, independientes y de posición; esquema en el cual los independientes terminan chantajeando al ejecutivo; los de gobierno apoyan los proyectos del ejecutivo a cambio de altas posiciones del Estado; y los de oposición se limitan a su actividad en el congreso, pero sin conexión real con los verdaderos intereses de la ciudadanía.
Otra circunstancia adicional que quizá es la más grave, consiste en la ausencia muy notoria de cultura política en muchos ciudadanos, hecho que se refleja en cada elección en el escaso voto en blanco de cada jornada electoral.
Esta suma de hechos y circunstancias han conducido a que los partidos tradicionales hayan perdido su norte ideológico y programático, dado que se han dedicado a perseguir cuotas de poder, resignando sus convicciones; buscando a sus militantes y electores para sacarles el voto y después el cuerpo, como en la célebre frase coloquial; y en donde la renovación de sus dirigentes ha venido siendo represada por quienes se han enquistado en el poder.
En éste panorama ha llegado al poder por la vía democrática un presidente que no esconde su talante ideológico de izquierda radical, con una personalidad mesiánica, demagógica y autocrática; que conoce muy bien las debilidades humanas y éticas de la gran mayoría de los políticos tradicionales enquistados en el congreso, circunstancia evidente que explica en buena parte, el que las reformas legales que hoy promueve e impulsa en el legislativo vayan siendo aprobadas sin mayores obstáculos, a pesar de los escándalos de corrupción que se están revelando en forma reciente.
La conclusión del vértigo con que se mueve esta montaña rusa que lo constituye la dinámica política, nos conduce a que seguirán por los próximos meses las marchas y contramarchas, las que probablemente nos lleven a la convocatoria de una constituyente para que el pueblo soberano ejerza ese poder constituyente del que habla y estimula el presidente Petro.
Mientras todo ello ocurre siguen los escándalos de corrupción; se acrecientan la violencia y la criminalidad; los actores armados de todas las pelambres intimidan y extorsionan; el narcotráfico y la minería ilegal siguen financiando la desmesurada inseguridad ciudadana; la economía no despega; se incrementan el desempleo y el cierre y/o migración de importantes empresas; el despilfarro y la ineficiencia del Estado se hacen más notorios; en fin, la incertidumbre y la confusión nos están regresando a la pesadilla de los noventa donde no se observa una luz al final del túnel.
La persistente polarización que caracteriza a la actividad política nos lleva de nuevo a la teoría de los espejos, donde Petro y Uribe dominarán de nuevo el escenario.