Diario del Huila

Hacia Una Revolución Artesanal

Jul 1, 2024

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Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

En el mundo capitalista que no se calló al fenecer el siglo XX y muy al contrario se robustece en el primer cuarto del XXI, la preservación del patrimonio cultural en gran parte de sus manifestaciones puede garantizarse si y solo si, los creadores como los artesanos, logran mantener e incrementar el nivel de ingresos en su economía familiar y esto en más posible si se cuenta con el apoyo inteligente y robusto del Estado. Los artesanos no son un actor cualquiera dentro del gran sistema económico; digo, su oferta no es producto de primera necesidad como si lo es la agricultura. Estos cultores, en su mayoría, no poseen los medios necesarios para producir. Sus equipos suelen ser notablemente rudimentarios, la tecnología moderna apenas presente en uno que otro de ellos. Cientos de familias artesanas no tienen casa propia y sus condiciones de vida están marcadas por ingresos bajos que ni siquiera garantizan un salario mínimo mensual y que las sume en un anonimato a la hora de pretender elevar su nivel de existencia.

Soy fiel testigo del drama artesanal en regiones colombianas y con preponderancia en el Huila. No obstante, y pese a que existe marco legal de apoyo a los artesanos que ha venido recogiendo lo que en su momento pretendió la Ley 36 de 1984, por ejemplo, en los alcances de la Ley 397 de 1997 – Ley General de Cultura, o la mentada, en su momento, Ley 2070 de 2020 – “Por la cual se dictan medidas para la reactivación y fortalecimiento del sector cultura, se crea el Fondo para la Promoción del Patrimonio, la Cultura, las Artes y la Creatividad Foncultura y se dictan otras disposiciones; o, por ejemplo el programa permanente de estímulos a los creadores culturales regentado por el Ministerio de Cultura. Complementariamente, existen normas como La Ley 300 de 1996 – Ley General de Turismo, en donde estos bellos actores conforman los servicios culturales y es deber del Estado impulsarlo, toda vez que su presencia hace que un destino turístico tenga el valor como tal, desde el punto de vista de sus dos fundamentales atractivos: naturaleza y cultura. Son normas que aún no tienen los dientes suficientes para moler los piñones de la máquina artesanal de cara a resolver el atascamiento de los engranajes estructurales conducentes a elevar su nivel de vida y el de sus familias.

Y los dientes tienen que ver con programas, proyectos y recursos estratégicos que lleguen a la médula del problema, lo que traería como rédito, una auténtica revolución del sector artesanal colombiano. Desde mi experiencia en sectores como cultura, turismo, artesanía y agricultura, estoy convencido que un cambio notable de impactos medibles y transformadores puede lograrse si se irrigan recursos financieros destinados a capital de trabajo e inversión en activos productivos como maquinaria y equipo. Esto facilitará que el artesano disponga de materias primas y los instrumentos aplicados al proceso productivo como telares, sinfines, caladoras, equipos laser, hornos, tornos, etc. Para ello, tanto el gobierno nacional como los territorios deben abrir y asignar recursos en un esquema de crédito subsidiado con mecanismos tales como tasa Cero intereses, Incentivo a la Capitalización Artesanal – ICA, en una cobertura poblacional en donde hay miles de mujeres cabeza de hogar, desplazados por la violencia, jóvenes, artesanos rurales y comunidades indígenas, amén de los artesanos tradicionales sin cuyo concurso, la artesanía no existiría. Este esquema puede trabajar de forma complementaria entre el gobierno nacional y el departamental; para el caso del Huila, sabemos que funciona muy bien para los agricultores quienes, al igual que el artesano, no piden que se les regale nada, y no es bueno que se les regale pues esto puede configurar un paternalismo causante de atraso; en cambio sí, piden los artesanos apoyo para trabajar y valerse por si mismos, haciendo lo que por siglos hacen: crear para preservar la identidad cultural de un pueblo, de una nación, del mundo. En otra de las facetas de una pretendida revolución artesanal, se erige con evidente vigor, la variable comercialización, en donde las acciones estatales deben ir más allá de las herramientas de ferias y eventos, mismos que siguen siendo válidos y necesarios, pero llegar al mercado desde el acceso a la venta digital, en donde el consumidor asiduo, por ejemplo de Amazon, un residente en Berlín – Alemania o Viena – Austria, pueda obtener ese tejido en fibra natural de Fique que producen las mujeres de manos encantadoras de La Jagua. Este tipo de mercadeo se justifica en la Colombia de hoy frente a la cada vez más compleja situación de inseguridad que afecta y amenaza a diario los destinos turísticos, lo que conlleva a su caída, lo que divorcia el binomio artesano – turista, con el inexorable sacrificio de la venta.

Adicionalmente y con no menos importancia, la variable de cualificación en técnicas de producción e implementación de tecnologías que no sacrifican la identidad cultural del producto, con amparo de asesorías en diseño en aquellas ofertas susceptibles de aplicarlo, deben ser atendidas desde el énfasis en la personalización del artesano, centradas en su carencia o capacidad en el oficio; es decir, qué necesita mejorar frente al mercado y sus oportunidades. Hay cientos de artesanos que, desde el punto de vista de la técnica, no requieren ya nada pues son auténticos maestros, luego entonces para qué ponerlos a que reciban talleres masivos en fundamentación de un oficio que dominan, mientras que otros efectivamente si lo que requieren. A algunos de estos creadores solo les hacen falta cinco centavos para el peso; están cerca de poder lograr el éxito, y esa carencia puede estar asociada a temas de capital de trabajo o acceso a los mercados nacionales e internacionales.

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