Por: Carlos Tobar
Si alguien tenía dudas de la tendencia decadente irreversible del régimen político de los Estados Unidos de América, las debió despejar con el mediocre sainete de debate del pasado jueves 27 entre los candidatos presidenciales Joseph Biden y Donald Trump.
Los candidatos fueron la muestra fehaciente de la degeneración personal, social y política de un país que ha dominado la escena mundial desde hace más de cien años. Que los imperios por poderosos que sean, terminan derrumbándose, principalmente, por sus propias contradicciones internas, es una máxima de la historia que se ejemplifica, por ejemplo, en este bochornoso espectáculo que vio el mundo entero “en vivo y en directo”.
Había que ver las caras de sorpresa, de incredulidad o de pánico de los allegados a los dos candidatos, especialmente de los seguidores del candidato demócrata, para constatar el tamaño de la debacle.
Los dos candidatos, tanto el republicano como el demócrata, no pudieron ser más desastrosos: el señor Trump desparramó por el escenario tal sartal de mentiras y despropósitos en su tono habitual de patán de barrio que, tarde percibió que le estaban sirviendo en bandeja el escenario político norteamericano. Mientras tanto, el presidente Biden no se enteró de nada.
La incapacidad física y mental del hoy presidente de la nación más poderosa de la tierra, aspirante a la reelección, es una evidencia de a puño. Por ende, la primera pregunta que surge en la mente de cualquier observador es ¿quién está gobernando?, y la consecuente es ¿quién gobernaría en la eventualidad de ser reelegido?
Pero este deprimente espectáculo de la política mundial es solamente la forma que ha tomado el viaje hacia el abismo del viejo “imperialismo norteamericano”. En el trasfondo la crisis es real. Ha caído en mis manos el último libro de Emmanuel Todd, un analista de política internacional que, entre sus escritos está el libro que, en su momento, publicó prediciendo la caída de la Unión Soviética.
Ahora Todd ha publicado La Derrota de Occidente, en el que analiza, de manera detallada, las razones que a su juicio predicen el fin del imperio norteamericano. Es un libro que recomiendo leer por la información sistemática que pone al alcance de cualquier lector acucioso.
Para nosotros, los colombianos, que nacimos a la modernidad de la mano de los Estados Unidos, por allá en las décadas de los 20 y 30 del siglo pasado, cuando ya ese poderoso país prefiguraba su imperio; consolidado posteriormente con su emergencia hegemónica en el concierto mundial de países al final de la II Guerra Mundial Imperialista, que no hemos conocido otro mundo que ese, es muy importante la crisis profunda del mundo occidental.
El surgimiento de poderosos contradictores (China, la reemergente Rusia, India, los países asiáticos, la creciente independencia de muchas de las antiguas colonias africanas y los sacudones incipientes en América Latina), pone en entredicho “el mundo con reglas” del viejo imperio.
Las crisis son oportunidades, señalan en la China, esa vieja cultura milenaria que debiéramos, desde nuestra óptica y nuestros intereses, tomar como ejemplo.
Neiva, 01 de julio de 2024
