Por: Ernesto Cardoso Camacho
Las movilizaciones sociales ocurridas el pasado miércoles y jueves convocadas por las centrales obreras; sindicatos de trabajadores y empleados del Estado; organizaciones sociales; ONG defensoras de Derechos Humanos; sectores indígenas; estudiantes de las universidades públicas; partidos y movimientos políticos de oposición y de la extrema izquierda; paradójicamente encontraron en la inexperiencia, improvisación y soberbia del presidente Duque y de su gobierno, el mejor instrumento para potenciar la masiva participación ciudadana que pudimos observar, no obstante el justificado y advertido temor de salir a las calles por el alto riesgo del contagio.
Me refiero al proyecto de reforma tributaria. El texto presentado a consideración del congreso fue filtrado previamente por los medios en aspectos que sin duda alguna generaron un rechazo tan contundente como eficaz para estimular la solidaridad con la protesta, al punto que a ella se sumaron grandes sectores ciudadanos pertenecientes a sectores sociales y políticos que no comparten las mismas motivaciones de los convocantes.
Lo que es francamente inaudito es que el presidente dijo desconocer ciertos aspectos irritantes como el del IVA a los servicios funerarios; hecho que condujo a presumir que no conoció todo el texto del proyecto, lo que revela la sensación de que es cierta la versión según la cual, su cercano círculo de consejeros y asesores; lo mantienen en una burbuja donde no logra conectarse con la realidad económica y social que sufre la inmensa mayoría de la población. Pareciera que solamente se dedica a preparar el libreto de su programa diario acerca de la evolución de la pandemia y del programa de vacunación.
En consecuencia, se percibe la sensación de que nos está gobernando un pequeño círculo de cercanos amigos del presidente muy preparados en el aspecto académico y con experiencia en cargos del capitalismo financiero internacional; pero sin suficiente bagaje personal en los temas del gobierno, desconectados de la dramática realidad que vive la sociedad colombiana y sin ninguna responsabilidad política con el propio partido de gobierno.
Llama poderosamente la atención el que el propio expresidente Uribe se hubiese atrevido a censurar públicamente buena parte del proyecto; a exigirle al gobierno una concertación con todos los sectores políticos con representación en el congreso; con los gremios; los convocantes y promotores de la protesta; en el propósito de consensuar un texto que hiciere posible su aprobación que conjugara tanto la necesidad de atender la indudable crisis fiscal como los recursos necesarios para mantener e incrementar los programas de asistencia social a los sectores que más requieren el apoyo del Estado.
Y en mi modesta opinión, la peor censura al proyecto pasa por no haber sido explicado previamente por el propio presidente, con cifras claras y transparentes; acompañadas de una muy precisa y contundente decisión de recortar los elevados gastos de funcionamiento del Estado, dando así claro ejemplo de austeridad que le diese autoridad ética y moral a la reforma.
Las declaraciones de ayer viernes donde el presidente admite que está dispuesto a sustituir el contenido de la reforma, es decir, donde acepta el llamado a la concertación política y social, es la prueba reina de que hubo imprudencia, improvisación y falta de sensatez política en la elaboración del texto llevado al congreso.
Es decir que, alborotó el avispero y por tanto tendrá que soportar el que lo atormenten con sus venenosas picaduras todas las avispas de la colmena.
Los lamentables hechos vandálicos y terroristas ocurridos, con sus grandes costos económicos e institucionales los habríamos evitado, así como el desmesurado incremento en la muy segura expansión de los contagios.
En tales circunstancias no es gratuito el descontento e injustificable la anarquía, así como delicada y peligrosa la incertidumbre a que nos veremos sometidos.