ALFREDO VARGAS ORTIZ
Orgullosamente Abogado y Docente Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho, Universidad Nacional de Colombia
En muchas ocasiones, las personas se quejan de lo mal que les va en la vida, llenándose de razones y culpables externos, sin siquiera preocuparse por revisar si el culpable de sus oprobiosas situaciones es uno mismo. Pasamos la vida quejándonos de lo que pudo ser, del tiempo perdido, de los malos ratos, de las dificultades presentes y, en los peores casos, nos volvemos futuristas al avizorar que incluso nada va a cambiar en el futuro próximo. Como dice el famoso libro de Alonso Salazar, “No nacimos pa’ semilla”. La verdad sea dicha, finalmente podemos tener razón: somos lo que creemos ser, y si las actitudes negativas nos gobiernan y el pesimismo nos embarga, lo cierto es que tenemos toda la razón del mundo para estar como estamos, y nada ni nadie definitivamente va a cambiar nuestra situación.
Muchas veces, las situaciones difíciles pueden tener salidas simples y naturales que vienen de nuestra experiencia o de las distintas enseñanzas que la madre naturaleza nos trae. Un ejemplo de ello lo tengo en una mata de sábila que debo podar cada seis meses en mi casa, dado que la misma crece en la matera de tal forma que llena todo su espacio de raíces muy fuertes, e hijos que se derivan de ella, atafagándola. En consecuencia, la única manera para que sobreviva es cortándole parte de sus ramas o hojas, hasta abrirle espacio en la matera para que vuelva en otros seis meses a repetir la situación. La planta tiene que ser liberada de raíces y de sus nuevos retoños que, al no tener espacio ni tierra para crecer, podrían morir si no se realiza este procedimiento. Lo mismo ocurre con nuestras vidas: personas, trabajos y actividades que nos asfixian deben ser cortados de raíz. Debemos liberarnos de esas personas que nos condenan al círculo vicioso de la violencia, la explotación, la tristeza, el abandono y el irrespeto por nuestra dignidad.
Gran parte de las situaciones de maltrato intrafamiliar tienen que ver con esto: mujeres, hombres, niños y niñas atrapados en el círculo vicioso de la violencia extrema que terminan incluso perdiendo la vida. Ahora bien, muchas veces el problema, como dijimos al inicio, no son las personas externas, sino lo que nosotros permitimos que ellas nos hagan, o simplemente los comportamientos que nosotros asumimos frente a determinados hábitos que nos condenan a enfermedades, por el hecho de no realizar ejercicio o alimentarse pésimamente.
La naturaleza enseña, por ejemplo, que, si uno decide tener familia, lo primero que hacen las aves es elaborar su propio nido. Los jóvenes actuales quieren tener relaciones sin cuidarse y terminan trayendo al mundo hijos indeseados que finalmente se convierten en responsables de frustraciones de lo que pudo o no pudo ser si no hubiesen llegado esos hijos. Dicho sea de paso, no es solamente uno, sino varios, que terminan demandando asistencia social de sus padres o del propio Estado, aumentando el círculo de la pobreza que es generalizada en nuestro país. En definitiva, si aprendemos de nuestra experiencia y de la que la propia naturaleza nos trae, podremos ser mejores personas y vivir en condiciones de dignidad, creciendo y ayudando a crecer a otros.
