Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
Seguramente el Festival Nacional del Bambuco, el San Pedro, o el Festival Nacional del Bambuco en San Juan y San Pedro, como deseen bautizarlo de acuerdo a los gustos del gobierno de turno, es sin lugar a dudas la feria tradicional y cultural más importante del país, aunque los escenarios dedicados a la música y los ritmos de la región andina, fundamentalmente los que caracterizan a nuestro territorio, se caractericen por la soledad en cuanto asistencia se refiere. Año tras año, los mejores duetos, tríos, solistas, agrupaciones musicales rajaleñeras y de música campesina, tienen que interpretar sus obras a las sillas vacías del escenario que les asignen; tristemente así es porque la promoción de estos eventos es muy pobre, aunque los artistas sean de primera categoría.
Dicen que las ferias o festivales pueden ser buenos o malos según como le vaya a quien los critica, y otros dicen que no hay feria mala sin plata. Lo cierto es que después de la juerga y la algarabía, unos son los embilletados y otros los quebrados o arruinados, porque hay quienes les sacan jugo a las festividades y hacen su agosto, y muchos gastan hasta lo que no tienen y terminan empeñados. De tal suerte que unos pocos estarán todavía contando las ganancias y otros viendo a ver cómo se financian.
He consultado a muchas personas acerca de la percepción de las fiestas de este año y la gran mayoría, por no decir que todas, se han referido a éstas de manera positiva. Quienes estuvieron en la calle del festival, aparte de salir con los bolsillos limpios porque se gastaron todo o fueron víctimas de cosquilleo, expresan su complacencia por la calidad de los artistas y el montaje hecho, aunque señalan algunos puntos negros en cuanto a la logística de acceso a dicho escenario.
Por otro lado, hay quienes aprovechan la polvareda que se levanta gracias a este tipo de celebraciones para montar eventos y negocios con el único propósito de lavar o lavarle dinero a personajes que desarrollan actividades poco lícitas, mejor dicho, en esta época de todo se ve y cada quien va por su tajada. Mano pueblo a comer marrano y a beber, aunque tengan que llevar el televisor y la licuadora a una compra venta; la gente bien a aguantar calor y picaduras de jején en el club campestre y los comerciantes a conseguir lo de vivir el segundo semestre; al fin y al cabo, que cada quien haga de su vida un florero si se le antoja.
Que hubo fallas en la organización de los desfiles, que le entregaron la contratación de la transmisión del certamen a un allegado, que le dieron la contratación de artistas a fulano y el montaje a zutano, que le tiraron la pepita a perencejo, eso es de todos los años, y por eso no hay que espantarse, al fin y al cabo, estamos en el país del Sagrado Corazón de Jesús, en donde pasan cosas inverosímiles que se vuelven normales; así es la cosa infortunadamente. Y como dijera un amigo, si no hubiera ladrones, atracadores, ampones y apartamenteros, entre otros; entonces para qué policías y para qué candados.
Pienso que el festival salió bien y que la gente estuvo contenta. Felicito a la gobernación del Huila y a la administración municipal de Neiva por el despliegue de seguridad montado en toda la capital del departamento, en eso se lucieron. También felicito a los que tienen guardadita la platica que se ganaron a costa del festival de manera legal, a los que la hicieron de manera ilegal pues ahí si que el de arriba los juzgue.