ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Cada día que pasa se hace más evidente el viejo aforismo latino según el cual “ es culpable el que peca por la paga como el que paga por pecar ”. Los hechos recientes que se están divulgando por los medios de comunicación, referentes a los escándalos de corrupción generados desde el gobierno del cambio; según los cuales; de los recursos públicos asignados por el ministro de Hacienda por valor de 1.4 BILLONES de pesos a la Unidad de Gestión del Riesgo antes y después de las elecciones de octubre de 2023, se utilizaron de manera vergonzosa en alimentar los focos de corrupción en el congreso y en gobernaciones y alcaldías.
Esta quedando claro, de conformidad con las versiones rendidas por los implicados en tales actos de corrupción tanto en la Fiscalía como en la respectiva Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, versiones rendidas bajo la gravedad del juramento y al parecer acompañadas de plenas evidencias probatorias; que con tales enormes recursos públicos se organizó una operación política desde las más altas esferas del gobierno Petro, dirigida a sobornar congresistas para que apoyaran los proyectos de ley del ejecutivo con cuantiosas sumas.
Sin embargo, causa estupor el hecho que, también se destinaron 92 MIL MILLONES de pesos para sobornar a los dirigentes del ELN con el propósito de que se sentaran a la mesa de negociación con el gobierno, en desarrollo de la política de paz total.
El presidente Petro ha salido a negar tales hechos y a defender a sus ministros, con el peregrino argumento de que los denunciantes están mintiendo y lo que buscan es rebajas de pena por el principio de oportunidad, mecanismo judicial que se aplica siempre y cuando las denuncias sean serias y ofrezcan evidencias razonables.
La conducta elusiva de responsabilidad política del presidente confirma que su discurso reiterativo y contundente, al prometer un combate radical a la corrupción política, era y es pura demagogia, dirigida a engañar incautos pero también cabalgando sobre el creciente desencanto de los colombianos con los partidos políticos y sus dirigentes que se han enquistado en todas las estancias e instancias del poder, pues los actos y escándalos de corrupción se han presentado desde hace muchas décadas y en todos los gobiernos.
Al respecto y como prueba al canto, debe recordarse que los votos que eligieron a Petro y los que obtuvo el señor Hernández, como adalides contra los corruptos; sumaron 22 millones, lo que demuestra con plena claridad que los colombianos en su inmensa mayoría, estamos hastiados de los políticos corruptos que se reeligen o colocan sus fichas en cada jornada democrática, con el único propósito de enriquecer sus abultadas arcas en reiterada y sistemática codicia, esquilmando los cada vez más exiguos recursos públicos que se nutren del esfuerzo de los colombianos que pagamos los impuestos.
Ojalá muchos ciudadanos abran por fin los ojos y entiendan que votar en cada elección por los mismos de siempre o por sus avezados calanchines, es un acto de cobardía civil, pues de esta manera perpetúan privilegios, inequidades, injusticias y destruyen lo poco que queda de democracia.
A propósito de la reciente nueva frustración con la selección Colombia en la Copa América, donde comentaristas deportivos y buena parte de la prensa, han señalado que somos la gran selección pero no ganamos nada, conviene señalar con dolor que si somos campeones mundiales…pero de la corrupción política, del crimen y de la violencia.