Por: Por: Juanita Tovar Sandino
Para nadie es una sorpresa lo que ocurrió en Venezuela el pasado domingo 29 de julio durante las elecciones presidenciales. Nicolás Maduro ratifica con su despreciable conducta que es un tirano y dictador. No sé por qué en algún momento creímos y nos ilusionamos con su falsa promesa de que respetaría los resultados de la contienda electoral.
El proceso que se presentaba como una oportunidad para ejercer el voto democrático se vio desvirtuado una vez más al presentar en el tarjetón electoral la cara de Nicolás Maduro 13 veces. Este hecho evidenció una distorsión flagrante de los principios democráticos, al reducir las opciones reales a un solo candidato, eliminando cualquier forma de competencia legítima.
La candidatura de Edmundo González y María Corina Machado, una de las principales opositoras, fue completamente ignorada; ni siquiera se le permitió presentarse. Este atropello no solo muestra la falta de transparencia en el proceso electoral, sino que también pone en evidencia la ausencia de un sistema político pluralista. La eliminación de la oposición y la manipulación de los mecanismos electorales reflejan un régimen que ha convertido las instituciones en herramientas de consolidación personal del poder.
El régimen de Nicolás Maduro, en su discurso constante sobre un supuesto avance hacia un futuro mejor, parece desconectado de la realidad que viven los venezolanos. Mientras se promueven cambios y mejoras que rara vez se materializan, la realidad es una autocracia en la que las instituciones y mecanismos constitucionales están subordinados a los intereses de una sola persona. Esta situación no solo degrada la calidad de la democracia, sino que también perpetúa una crisis prolongada en el país.
El camino por delante para Venezuela se vislumbra extremadamente complicado. La falta de alternativas políticas genuinas y la consolidación de un régimen autocrático generan un ambiente de desconfianza, pánico y desesperanza entre los ciudadanos. Aunque esta situación no es sorprendente dado el contexto político actual, sí marca un capítulo más en una larga historia de desafíos para la nación. Hasta el momento, diferentes ONG han denunciado que van más de 6 muertos y más de 150 detenidos en las protestas en Venezuela. Por otro lado, el régimen secuestró al dirigente de Voluntad Popular Freddy Superlano en Caracas, y además, el presidente chileno Gabriel Boric anunció la expulsión de personal diplomático chileno en Venezuela y dijo que eso demuestra una “intolerancia impropia de las democracias».
La comunidad internacional y los venezolanos tendrán que enfrentar y abordar esta realidad con determinación y en busca de un cambio real, porque como lo dijo María Corina Machado durante la masiva movilización en Caracas, «los ciudadanos y militares vieron con sus propios ojos el triunfo de un país frente a una tiranía”. Lo grave es que los organismos internacionales aún están muy parcos, porque frente a este fraude en las elecciones no han hecho mucho y el pueblo está que arde. Ya grupos armados y encapuchados amenazaron por redes sociales con matar a Nicolás Maduro si no abandona el poder en 72 horas. La gente no aguanta más. En sus manos está, Nicolás Maduro, no desatar una ola de sangre en su país solo por la soberbia y la tiranía.