EL RINCÓN DE DIANA
Por: Diana Montes
El pasado domingo 28 de julio se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Venezuela, donde se enfrentaban Nicolás Maduro por el PSUV, Edmundo González por la MUD y otros candidatos sin posibilidades reales de ganar la contienda. Según el CNE, Nicolás Maduro ganó las elecciones con el 51% de los votos, frente al 44% del candidato opositor.
Hay un consenso internacional en el deseo de que en Venezuela vuelva a reinar el régimen democrático y el Estado de derecho. Por ello, en los últimos meses hubo dos acuerdos políticos entre Maduro y la oposición de derecha (auspiciados por Colombia y Estados Unidos), con el fin de llevar a cabo unas elecciones limpias, que tras su realización permitiera una convivencia pacífica entre las distintas facciones políticas. Sin embargo, fueron varias las acciones cometidas por Maduro que reintrodujeron un clima de desconfianza generalizado en todas las facciones no oficialistas: no permitir “observadores internacionales”, sino “acompañantes internacionales”, que es una figura con menos poder para garantizar la transparencia electoral; ser selectivo en el ingreso al país de los mencionados “acompañantes internacionales”; declarar que habría un “baño de sangre” si perdía las elecciones, mencionando que el suyo era un gobierno “cívico-policial-militar”.
Pero lo que sucedió el domingo después del cierre de las urnas fue incluso peor: no hubo boletines periódicos, sino que el CNE emitió un boletín con el 80% de mesas informadas, cuando estadísticamente ya el resultado estaba dado, sin haber mostrado el proceso de formación de tendencias.
Es razonable que, ante tantas irregularidades, se esté denunciando el robo de las elecciones. La solución pacífica a este conflicto es sencilla: escrutinio de todas las actas electorales con veeduría internacional y aceptación del resultado. Desde esta columna deseamos que ese sea el camino a elegir, porque de lo contrario, Venezuela podría entrar en una guerra civil, debido al descontento popular. Dicho enfrentamiento agravaría la crisis humanitaria, y el flujo migratorio hacia Colombia recibiría una nueva oleada.
¡Que vuelva la paz y la democracia a Venezuela! El pueblo venezolano tiene ese derecho. Y si el actual gobierno se lo niega, tiene otro derecho superior: el de la rebelión.
