Por: José Eliseo Baicué Peña
Somos conscientes que asistimos a una sociedad de consumo. Todos somos parte de ese consumismo, casi que inconscientemente. O tal vez, con mucha consciencia. Y lo más grave, que la exigimos así no sea necesario, que nos gusta, nos gusta este consumismo.
Esta situación ha representado una serie de problemáticas que se entremezclan cada vez más, dentro de un panorama de luchas por el sustento diario, la salud, la educación, y un espacio territorio.
En esta transición hacia ese nuevo mundo urbano, la lucha no es ya solo por el empleo, sino, por la sobrevivencia, por un habitar digno que el comercio y los mercados han emergido con inusitada fuerza y poder.
Desde hace unos años, Neiva viene siendo destino de nuevos objetos urbanos como Hipermercados, Shopping Centers, cadenas de almacenes, tiendas de diversas índoles y marcas, y hasta centros de ocio como bares y modernos casinos.
Son fenómenos que muestran un cierto predominio de la fluidez sobre el lugar, de una geografía de los flujos sobre una geografía de los lugares; de una geografía de lo dinámico sobre una geografía de lo estático. Es decir, dos polos de poblaciones luchando por la posesión y dominio de un espacio desde la perspectiva y evidente relación economía-territorio.
Surge aquí una pregunta: ¿cuáles son los beneficios y aportes que dejan las grandes cadenas de almacenes a la capital y al Huila?
O, ¿será, que los huilenses somos meramente consumidores pasivos?
Pues, la cultura del consumo desmedido seguirá tragándose, cada vez más, a los ciudadanos del actual mundo que vivimos.
Lo cierto es que las ciudades emergentes, como Neiva, seguirán siendo exprimidas por estas grandes superficies, mientras las utilidades de dichos negocios se van a otros lugares.
Nos adentramos en las relaciones de una globalización sin precedentes … y sin límites.
