En cada ciclo electoral, los políticos y líderes de opinión en Colombia suelen recordarle a la ciudadanía la importancia de salir a votar, y para muchos de ellos, el acto de votar cada vez que hay elecciones es la máxima expresión de la democracia y el mecanismo por el cual se fortalece nuestro sistema político. Sin embargo, esta visión simplista está lejos de comprender la verdadera esencia de la democracia, pero esta no se limita a un día de votación; se construye día a día, a través de la educación, la información y la capacitación continua de los ciudadanos.
Es fundamental entender que una democracia sólida no se logra únicamente con una alta participación electoral, de hecho, el simple acto de votar sin conocimiento del contexto social, sin una comprensión clara de los problemas que afectan a la comunidad, y sin una reflexión crítica sobre las propuestas de los candidatos, puede ser tan peligroso como la abstención.
La educación es una prioridad para construir una sociedad verdaderamente democrática, en las aulas es donde se deben sembrar los valores de participación, respeto, tolerancia y responsabilidad. No obstante, en Colombia, los programas educativos a menudo se enfocan más en la memorización de datos que en fomentar el pensamiento crítico y la conciencia cívica. Desde una edad temprana, es esencial que los niños aprendan no solo sobre la mecánica del voto, sino también sobre la importancia de involucrarse activamente en las decisiones que impactan su comunidad.
Imaginemos un sistema educativo donde, desde el colegio, se promueva el debate respetuoso, el análisis de problemas comunitarios, y la creación de proyectos que permitan a los estudiantes proponer soluciones a las problemáticas de su comunidad. Este tipo de pedagogía no solo prepara a los niños para ser buenos ciudadanos en el futuro, sino que los empodera desde una edad temprana, dándoles las herramientas para entender y cuestionar las decisiones que afectan su vida cotidiana.
Además de educar, es crucial que la sociedad esté bien informada. La falta de conocimiento puede facilitar la manipulación y el mantenimiento de estructuras corruptas. Aunque vivimos en la era digital, la sobrecarga de datos a menudo confunde más de lo que aclara, los medios y líderes deben ofrecer datos claros y verídicos, pero también es responsabilidad de cada ciudadano investigar y desarrollar opiniones basadas en hechos, evitando rumores y noticias falsas.
Es urgente y necesario fomentar una cultura de pensamiento crítico, donde la gente no solo reciba información, sino que aprenda a analizarla, contrastarla y a construir sus propios puntos de vista.
En conclusión, la democracia no puede ser vista como un evento que ocurre cada cuatro años. Debe ser entendida como un proceso dinámico, que requiere la participación de todos los ciudadanos, todos los días. No es suficiente con instar a la gente a votar; debemos educar, informar y capacitar a nuestra sociedad desde la base. Desde las aulas de clase hasta los espacios de trabajo comunitario, cada rincón de nuestra sociedad debe convertirse en un semillero de participación ciudadana.
La democracia, después de todo, es mucho más que un voto; es una forma de vida que se practica, se aprende y se defiende cada día.
