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El falso mito de los 21 días para construir un hábito

Sep 19, 2024

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Por: Adonis Tupac Ramírez

La gestión del tiempo y la construcción de hábitos son dos aspectos esenciales para mejorar la productividad y la calidad de vida. Sin embargo, uno de los mitos más extendidos en este campo es la creencia de que se necesitan exactamente 21 días para formar un hábito. Esta cifra ha sido citada innumerables veces en libros de autoayuda, seminarios de motivación y redes sociales, pero, ¿qué tan cierta es esta afirmación?

El mito de los 21 días parece tener su origen en la obra del cirujano plástico Maxwell Maltz. En su libro de 1960, Psycho-Cybernetics, Maltz mencionó que a sus pacientes les llevaba alrededor de 21 días acostumbrarse a su nueva apariencia tras una operación. También observó que cuando una persona perdía una extremidad, tardaba aproximadamente tres semanas en adaptarse a la nueva situación. De alguna manera, estas observaciones clínicas se transformaron con el tiempo en la creencia de que cualquier hábito puede formarse en exactamente 21 días. Aunque Maltz nunca afirmó que esta cifra fuera un número mágico, la simplificación de su observación se arraigó en la cultura popular.

En 2009, un estudio realizado por la investigadora Philippa Lally y su equipo en el University College de Londres desmontó este mito. El estudio, que examinó los hábitos de 96 personas durante 12 semanas, concluyó que el tiempo promedio para formar un hábito era de 66 días, aunque los resultados variaban enormemente entre individuos. Algunos participantes lograron consolidar un nuevo hábito en 18 días, mientras que otros necesitaron hasta 254 días. Esta amplia variabilidad deja claro que la formación de hábitos es un proceso personal, influenciado por factores como la complejidad del hábito, el entorno y la motivación personal.

El mito de los 21 días no solo es erróneo, sino que puede ser perjudicial. La presión por lograr un cambio en un plazo fijo puede llevar a la frustración y al abandono del objetivo cuando no se ven resultados inmediatos. Además, este tipo de creencias promueve una visión simplista del proceso de cambio, ignorando que la creación de un hábito implica esfuerzo sostenido, adaptación y la superación de obstáculos.

Formar un hábito implica, en esencia, cambiar una conducta a través de la repetición y la constancia. Algunos hábitos más sencillos, como beber un vaso de agua por la mañana, pueden consolidarse en menos tiempo, mientras que otros, como hacer ejercicio regularmente o dejar de fumar, requieren más tiempo, esfuerzo y una mayor estrategia de gestión del cambio.

El mito de los 21 días para formar un hábito es una simplificación peligrosa que no refleja la complejidad del proceso de cambio. En realidad, el tiempo que toma construir un hábito varía enormemente entre individuos y depende de múltiples factores. Lo importante es no centrarse en plazos arbitrarios, sino en la consistencia, la paciencia y el enfoque a largo plazo. La verdadera transformación ocurre cuando damos espacio a la adaptación y al crecimiento gradual. En lugar de obsesionarnos con la rapidez, deberíamos enfocarnos en la calidad y la sostenibilidad del cambio.

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