En circunstancias como las que atraviesa el país, el derecho a recibir información completa, imparcial, oportuna y veraz adquiere una especial relevancia. Sin este derecho es imposible que se desarrollen todos los elementos necesarios para el fortalecimiento democrático y el respeto a los derechos humanos. De ahí que, como ciudadano y comunicador social de profesión, considere válido formular una serie de interrogantes sobre la forma en que varios de los medios tradicionales están realizando el cubrimiento de las intensas jornadas de protesta social que, desde el pasado 28 de abril, se están desarrollando en Colombia.
Llama la atención observar cómo algunos medios de comunicación han tendido a imprimir un especial interés al cubrimiento de los hechos violentos, haciendo énfasis en los desmanes y actos vandálicos, mientras invisibilizan las causas que dieron origen y que hoy mantienen viva la protesta social. Me pregunto: ¿la información disponible nos permite conocer qué es aquello que está reclamando la gente? La asimetría con la que se muestran los hechos violentos al público frente a las prácticas democráticas pacíficas de ejercicio a la protesta no ha permitido identificar con precisión respuestas claras sobre esta pregunta. Y quizá esa sea una de las principales razones por las que el gobierno ha tenido dificultad para construir canales de diálogo con los diferentes sectores sociales que apoyan la protesta.
Las limitaciones y precariedades en el flujo de la información han impedido procesar con claridad cuáles son las reivindicaciones y reclamos concretos de los manifestantes. No hemos tenido la posibilidad de reconocer la pluralidad de actores y demandas de justicia social que motivan estas dinámicas de movilización, ni de formular hipótesis asertivas que nos dejen visualizar hacia dónde se dirige todo esto. Ciertos medios solo registran cómo escala la violencia, pero no brindan información suficiente sobre las peticiones detrás del paro lo que hace difícil construir alternativas para resolver esta crisis o, al menos, evitar que se agrave más.
Por ello es por lo que el papel de los medios es decisivo. Es cierto que debemos conocer los graves hechos de violencia. Sobre este punto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el pasado 7 de mayo le hizo un llamado de atención al Estado colombiano sobre la gravedad de la situación en el que señala que, de acuerdo con cifras oficiales de la Defensoría del Pueblo, desde el inicio de las manifestaciones, al menos 26 personas han muerto en el contexto de estas jornadas y cientos han resultado heridas. Mientras que organizaciones de la sociedad civil han informado a la CIDH que, hasta el 6 de mayo, “se habrían contabilizado al menos 37 personas fallecidas, 234 víctimas de violencia física presuntamente por parte de la policía, entre ellas 98 por disparos de arma de fuego, 26 con lesiones oculares, y 58 agresiones y abusos contra personas defensoras.”
No obstante, además de lo anterior, es necesario que los medios de comunicación realicen un esfuerzo por informar al país con mayor profundidad sobre dos situaciones: por un lado, sobre las formas plurales y alternativas de protesta pacífica que son mucho mayores que aquellas que han devenido en actos violentos. Con ello contribuirían a desincentivar la estigmatización generalizada sobre los manifestantes. Por otro lado, es importante que los medios muestren al país, las razones estructurales que dieron origen a la protesta y que expliquen qué es aquello que, en concreto, hoy reclaman quienes protestan, de manera que sus reivindicaciones puedan ser oídas y tramitadas. Sin ello cualquier intento de concertación seguirá siendo imposible.
