Por: EDWIN FERNANDO PISSO ESCALANTE
Después de la semana de receso escolar (una pausa en el calendario académico de los establecimientos educativos de los calendarios A y B), reflexioné sobre los esfuerzos invisibles de las mujeres que sostienen los hogares rurales. A pesar de su importancia, las mujeres campesinas enfrentan desafíos significativos, representando un elemento clave en el tejido económico y social de nuestra región, es especial en el sector agropecuario.
Sin embargo, enfrentan desafíos en el mercado laboral, responsabilidades del cuidado del hogar y las cifras arrojan bajo acceso a la formación académica. A pesar de que existen leyes que buscan mejorar la calidad de vida de las mujeres rurales, priorizando las de bajos recursos y consagran medidas específicas encaminadas a acelerar la equidad entre el hombre y la mujer rural, como la ley 731 de 2002, la realidad de precariedad y vulnerabilidad persiste. La violencia, menores ingresos y mayor carga de cuidado de hogares son algunos de los problemas que enfrentan muchas mujeres en el área rural.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE-2022), el 40,4% de los hogares rurales con jefatura femenina se considera pobre según mediciones de pobreza multidimensional; también la entidad destaca que el 52,3% de las mujeres rurales son menores de 30 años, y en su mayoría se encuentran transitando por las etapas de infancia, adolescencia y juventud. Esta 4 proporción es 8,6 puntos porcentuales (p.p.) superior a la de las mujeres que residen en áreas urbanas en el año 2022. Estas cifras generan varias preguntas: ¿Qué estrategias se implementan para promover la mejora sustancial en las condiciones de vida de las mujeres rurales? ¿Qué alternativas brindan las políticas públicas y planes de desarrollo Municipales? ¿Qué hacen los entes territoriales para que las mujeres en el campo maximicen su potencial y liderazgo?
Es fundamental reconocer y potencializar el liderazgo de las mujeres rurales. Por ejemplo, los concejos municipales deben evaluar y controlar las políticas públicas y planes de desarrollo, esto en procura de que los entes territoriales apliquen estrategias para mejorar su condición económica y social. Es hora de visibilizar la fuerza invisible de las mujeres rurales y trabajar entre todos para su empoderamiento, adoptando programas de capacitación y educación, se debe fomentar la asociatividad y cooperación, mejorar el acceso a créditos y recursos financieros, y fortalecer la seguridad y protección para mujeres rurales.
Una última reflexión, valoremos el trabajo de las mujeres campesinas, ellas son las primeras que se levantan y las ultimas que se acuestan realizando labores en sus hogares, son maestras, cuidan de los hijos, hermanos, padres, etc., responden por la alimentación de jornaleros, cultivan y un margen muy reducido saca adelante temas académicos. Es hora de tomar acción y hacer que las mujeres rurales sean visibles, escuchadas y valoradas. Lo decíamos, su contribución es fundamental para el desarrollo de nuestra región y su empoderamiento es clave para un futuro más próspero y sostenible.
