A pesar de las lluvias que han caído en distintas regiones de Colombia durante los últimos meses, la situación de los embalses sigue siendo preocupante. En abril de este año, los niveles de agua alcanzaron cifras alarmantemente bajas, situándose por debajo del 30 %, lo que obligó a tomar medidas de racionamiento en varias zonas del país. Aunque en meses posteriores los niveles han subido, actualmente rondan el 55 %, un porcentaje que, aunque mejor que el observado durante la sequía extrema, sigue estando por debajo de lo que se espera para asegurar un suministro constante y confiable de agua y energía.
Bogotá, como muchas otras ciudades, ha sido testigo de estos descensos. Desde abril, se implementaron cortes programados de agua en la capital con el objetivo de preservar los recursos hídricos. Estos cortes, inicialmente previstos cada ocho días, fueron relajados en agosto debido a una leve mejora en los niveles de los embalses. Sin embargo, la recuperación no fue suficiente, y el racionamiento semanal tuvo que ser reinstaurado para evitar una mayor crisis. El embalse de Chingaza, que abastece gran parte de la capital, ha registrado niveles preocupantes, situándose actualmente en un 43,81 %, lo que sigue lejos de los parámetros seguros para la ciudad.
La situación ha generado preocupación no solo por el abastecimiento de agua, sino también por la generación de energía. El fenómeno de El Niño ha afectado la capacidad de las hidroeléctricas del país, que dependen de los embalses para funcionar. Según datos de XM, la entidad que opera el Sistema Interconectado Nacional, el índice de agua útil para la generación de energía se encuentra por debajo de lo ideal, con una brecha creciente que en septiembre alcanzó un desfase del 2,28 % frente a lo esperado. Aunque las plantas térmicas están cubriendo parte de la demanda energética, los expertos advierten que esta solución es temporal y que podría derivar en aumentos en los costos de la energía para los consumidores finales.
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Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, ha advertido sobre la necesidad de acelerar la entrada de nuevos proyectos de generación de energía, especialmente aquellos relacionados con fuentes renovables como la solar y eólica. Mejía señala que, si el ritmo actual de implementación no se incrementa, Colombia podría enfrentar dificultades serias para garantizar el suministro energético hacia finales de 2025 o principios de 2026. Además, la dependencia de las térmicas podría incrementar los precios de la energía a corto plazo, afectando aún más a los consumidores.
Por su parte, las autoridades nacionales han enfatizado en la importancia de continuar monitoreando la situación de los embalses y seguir aplicando medidas de racionamiento donde sea necesario. El Ministerio de Minas y Energía ha sostenido mesas de diálogo con distintos sectores para encontrar soluciones a largo plazo y mitigar el impacto de la crisis hídrica y energética. Mientras tanto, la ciudadanía debe prepararse para posibles restricciones adicionales, especialmente si los niveles de agua no se recuperan significativamente en los próximos meses.
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