Diario del Huila

El discurso de la seguridad

Oct 26, 2024

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Por: Marco Fidel Yukumà

En Colombia todo se vuelve discurso. Al municipio de Nàtaga lo atacaron las disidencias con saldo de dos uniformados muertos, y hoy, más de ocho días después, aparte de la presencia militar, no se han tomado decisiones contundentes para reponer a la población que no solamente quedó asustada sino en riesgo, porque por mucha presencia militar que haya, las consecuencias sociales, psicológicas y económicas de una acción como esta, son irreparables.

Los niños, no quieren ir a estudiar, el ruido de las balas todavía  perturba a los ancianos, a las mujeres, a los gatos y a los perros; y para reparar a una comunidad de esas secuelas nunca se hace nada. Ni a Nàtaga, ni a Tesalia ha llegado un solo psicólogo, o cualquier otro profesional que acompañe a la comunidad en la superación del trauma que le produce a un pueblo ver que a sangre  fría un grupo de hombres armados asesinan delante de todo el mundo a dos policías, mientras otros disparan indiscriminadamente  arrasando con lo que haya.

¿Cómo un pueblo indefenso, como Nàtaga, logra superar las horas de miedo que causa un ataque a sangre y fuego? ¿Cómo un pueblo como Nàtaga, puede recuperar la calma y las ganas de seguir adelante  con sus nervios destrozados y su psicología perturbada por el ruido de las balas, el fragor de  los helicópteros y la vista empañada por la sangre regada de las víctimas en las calles por donde hay que pasar para comprar la yuca del almuerzo?

De estas secuelas no se ocupa nadie, ni el gobernador, ni los militares, ni el presidente, ni mucho menos los diputados ni los concejales: le toca a la gente por su cuenta superar el golpe postraumático y seguir trabajando como si nada. Hay que aprender a la fuerza a convivir con el miedo, el dolor y la zozobra que se quedan para siempre en la memoria de un pueblo indefenso cada vez que le toca quedar atrapado en esa espiral de violencia.

Después de los ataques de las disidencias a Natàga y Tesalia, se han escuchado muchos discursos, desde Bogotá, desde Neiva y de todas partes; consejos de seguridad a toda hora, anuncios, promesas, discursos, sobrevuelos, idas, venidas, y al final no pasa nada, la gente se tiene que tragar sus propios sustos y seguir adelante, mientras ocurre el siguiente golpe.

Al alcalde de Nàtaga que tiene graves amenazas, que debieron sacarlo en bomba, ocho días después sigue expuesto, los científicos de la Unidad de Protección UNP, a  pesar de que su estudio de seguridad, arrojó un nivel alto de vulnerabilidad, no asumen su protección. Se tiene que movilizar en su destartalado vehículo, arreglándoselas, moviéndose de incógnito en taxis, colectivos y a la sombra de algunos amigos generosos. Es decir, defiéndase como pueda señor alcalde, a pesar de todos los discursos, los anuncios y las promesas.

Se está proponiendo incluso, que se suspenda la feria agropecuaria, programada para octubre  y otra serie de  eventos que activan la economía de la población. Aplazar o cancelar estas actividades es legitimar el miedo y cederle espacio a la violencia, debería el departamento entero rodear a Nàtaga y su gente, para que la feria agropecuaria se convierta en un grito de paz, en un reto masivo contra la intimidación. No hacer la feria es aceptar que la democracia está perdiendo la batalla, admitir que la guerra es más importante que el trabajo de los campesinos, el esfuerzo de los comerciantes y la lucha de los organizadores. La feria agropecuaria de Nàtaga, puede ser el símbolo de las ganas que tiene un pueblo de levantarse de los escombros, de defender sus imaginarios y seguir de pie.

Queda claro que, los nataguenses, siguen creyendo más en su patrona, la virgen de Las Mercedes, que en las instituciones nacionales y regionales, saben que su patrona, tarde o temprano, les hará el milagro de la paz.

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