Por: Juanita Tovar Sandino
Mientras redacto estas líneas, el mundo se encuentra en suspenso por los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuya definición tendrá implicaciones profundas para el orden global. Millones de estadounidenses decidirán si el país más influyente del mundo volverá a ser liderado por Donald Trump o si, por el contrario, Kamala Harris se convertirá en la primera mujer presidenta en la historia de la nación. Esta elección, polarizada y cargada de tensión, tendrá efectos de gran alcance que, sin duda, repercutirán de manera directa en países como Colombia, donde la política exterior estadounidense define en gran medida su agenda económica, social y de seguridad.
Por un lado, el triunfo de Trump implica un retorno a su enfoque confrontacional, no solo en el plano interno, sino en la arena internacional. Su estilo populista y su retórica incendiaria, que ya causaron estragos durante su primer mandato, han evolucionado hacia una posición aún más extrema. Trump ha construido su campaña sobre la premisa de que las elecciones de 2020, en las que fue derrotado, fueron fraudulentas, y no ha dejado de alimentar la narrativa de que el sistema electoral y judicial estadounidense están corruptos y manipulados en su contra. Si gana, es probable que amplifique esta retórica de desconfianza y erosión institucional, arriesgando la estabilidad de la democracia estadounidense.
Este discurso de polarización y confrontación podría profundizar las divisiones ya existentes en la sociedad norteamericana, con consecuencias impredecibles. La hostilidad hacia los migrantes, uno de los pilares de su plataforma, se enmarca ahora en un contexto internacional radicalmente distinto al de 2016.
Las dinámicas geopolíticas actuales han puesto a Estados Unidos en un delicado equilibrio: la tensión en Oriente Medio, la guerra en Ucrania y las relaciones cada vez más tensas con China son desafíos que requieren diplomacia e inteligencia, no el enfoque intransigente, emocional y a menudo incendiario de Trump. Enfrentar estos conflictos con la beligerancia que caracterizó su primer mandato podría desestabilizar aún más un panorama global ya frágil, con consecuencias para la economía y la seguridad internacional.
Si bien en 2016 la retórica de Trump fue percibida como una ruptura novedosa, hoy su mensaje suena desgastado y, en muchos sentidos, peligroso. Sus recientes declaraciones han puesto en duda la legitimidad de los fallos judiciales en su contra, lo que representa una amenaza directa a la institucionalidad estadounidense. Esta postura no solo socava la confianza en el sistema de justicia, sino que podría tener un efecto dominó en otras democracias, donde los movimientos populistas y antidemocráticos podrían encontrar una suerte de legitimación para cuestionar sus propios sistemas de justicia y de gobierno.
Por otro lado, la candidatura de Kamala Harris presenta un enfoque político más moderado y continuista, aunque no está exento de desafíos. La vicepresidenta Harris enfrenta la difícil tarea de defender el legado de la administración Biden, cuyas políticas no han logrado disipar el descontento popular ni resolver del todo problemas tan complejos como la inflación y la migración. En el frente económico, los índices de inflación que se dispararon durante los últimos años siguen afectando a millones de familias estadounidenses. Además, si bien ha habido ciertos avances en el empleo y en infraestructura, estos logros se perciben como victorias parciales que no han cambiado de fondo la situación económica de muchas comunidades.
A nivel internacional, Harris también se enfrenta a un entorno complejo. La política exterior de Biden, particularmente en la relación con América Latina, ha dejado mucho que desear. La ayuda prometida a los países del Triángulo Norte, los programas de inversión en Centroamérica y las promesas de apoyar la transición energética en la región han quedado en el aire o se han ejecutado parcialmente. Harris deberá convencer a los votantes de que representa una opción más estable y efectiva que Trump y, al mismo tiempo, ganarse la confianza de socios internacionales que cuestionan el compromiso de Estados Unidos en temas globales cruciales.
En cuanto a América Latina y, más específicamente, a Colombia, la elección de Trump o Harris tendrá implicaciones directas. En el caso de una victoria de Trump, es probable que se reviertan o ignoren los compromisos que la administración Biden ha asumido en relación con el apoyo a los acuerdos de paz en Colombia, la cooperación en temas de migración y la asistencia para el desarrollo rural y la política contra las drogas. Trump ya ha dejado claro en el pasado que su visión sobre la relación con Colombia se reduce a la lucha contra el narcotráfico, sin abordar las causas estructurales que permiten su proliferación. Esto podría resultar en una presión considerable sobre el gobierno colombiano para endurecer sus políticas de seguridad, lo cual aumentaría la militarización en ciertas regiones y podría tener efectos negativos en el tejido social.
Por otro lado, si Kamala Harris llega al poder, se espera que mantenga una línea de cooperación y apoyo en temas críticos para la región, como el cambio climático, los derechos humanos y la migración. No obstante, es incierto hasta qué punto su administración estaría dispuesta a comprometerse de manera efectiva con estos temas, pues en gran medida la política de Estados Unidos hacia Colombia y América Latina se rige por intereses de seguridad nacional. Harris podría continuar la tendencia de su predecesor de ofrecer apoyo financiero y logístico para los proyectos de desarrollo y paz, pero también enfrentará la presión de sectores estadounidenses que exigen una política más dura hacia los países latinoamericanos en relación con temas de seguridad.
Para Colombia, esta elección es crucial. El país depende enormemente de las decisiones de Estados Unidos en materia de cooperación militar, ayuda económica y apoyo a las políticas de desarrollo. Además, en un mundo donde las relaciones bilaterales están cada vez más interconectadas, la elección de Trump o Harris podría afectar los acuerdos comerciales y las políticas migratorias que impactan a cientos de miles de colombianos. En particular, la postura frente al comercio y la inversión podría variar considerablemente, afectando a sectores clave de la economía colombiana.
En definitiva, el resultado de estas elecciones en Estados Unidos tiene el potencial de redefinir no solo el curso de la política estadounidense, sino también las relaciones internacionales en un mundo que se encuentra en constante tensión y transformación. Ya sea a través de la beligerancia de Trump o de la diplomacia de Harris, el próximo presidente tendrá que navegar un entorno internacional plagado de desafíos. Para Colombia, y para el mundo, los próximos días marcarán el rumbo de los próximos años en términos de seguridad, economía y estabilidad global. ¿Usted quién quiere que gane, Kamala o Trump?