Carlos Yepes A.
Las recientes imágenes de Valencia, España, sumergida bajo las aguas tras lluvias torrenciales sin precedentes, nos obligan a reflexionar sobre nuestra propia vulnerabilidad. Neiva, nuestra capital del Huila, se encuentra en una situación particularmente delicada: rodeada por el majestuoso río Magdalena y el Rio Las Ceibas y atravesada por quebradas como La Toma, entre otras fuentes hídricas que, en tiempos de bonanza, embellecen nuestra ciudad, pero que podrían convertirse en una amenaza ante eventos climáticos extremos.
Caminando por los barrios cercanos a nuestras fuentes hídricas, especialmente en sectores como el Sevilla y el norte de la ciudad, es imposible no notar la vulnerabilidad de nuestra infraestructura. Los sistemas de alcantarillado, algunos con más de 30 años de antigüedad, ¿podrían soportar lluvias torrenciales como las que están azotando otras regiones del mundo? La respuesta, lamentablemente, no es alentadora.
El cambio climático ha convertido la predicción meteorológica en un ejercicio cada vez más complejo. Ya no podemos confiar en los patrones estacionales tradicionales que nuestros abuelos conocían tan bien. Un aguacero que antes considerábamos «fuerte» podría parecer una llovizna comparado con lo que el clima actual puede desatar.
Es crucial que puntos críticos de la ciudad como lo son, la zona del Malecón del río Magdalena, los asentamientos cercanos a las quebradas, las áreas bajas del centro y los muchos barrios con sistemas de drenaje deficientes tengan definidas medidas de emergencia de respuesta rápida ante una eventual inundación. Por eso nos preguntamo hoy ¿qué medidas concretas se han tomado para proteger estas zonas? ¿Cuánto se ha invertido en la actualización de nuestros sistemas de drenaje? ¿Existen planes de evacuación actualizados y conocidos por la comunidad?
Como neivanos, no podemos esperar a que la tragedia toque nuestra puerta. Necesitamos una planificación urbana responsable. Detener la construcción en zonas de alto riesgo y reubicar gradualmente a las familias que viven en áreas vulnerables; necesitamos invertir en sistemas de drenaje modernos y mantenimiento preventivo de los existentes; necesitamos preparar a la ciudadanía con planes de emergencia claros y rutas de evacuación establecidas; necesitamos implementar tecnología que nos permita anticipar y responder a eventos climáticos extremos.
Lo sucedido la semana anterior en Valencia, España ha demostrado que ninguna ciudad está exenta de una catástrofe natural. La pregunta no es si Neiva enfrentará una emergencia similar, sino cuándo lo hará y qué tan preparados estaremos. Las autoridades deben actuar ahora, mientras el sol aún brilla sobre nuestro valle del Magdalena.
Como ciudadanos, también tenemos una responsabilidad: exigir acciones concretas, participar en simulacros, mantener limpios nuestros drenajes y, sobre todo, estar preparados. No podemos permitir que Neiva se convierta en un titular trágico más en las noticias internacionales.
cyepes@hotmail.com