Por: Amadeo González Triviño
En estas cosas de la política internacional, es un hecho cierto que el Gobierno colombiano ha de sentir los coletazos de la nueva administración del presidente electo de los Estados Unidos y que muchos de los proyectos de lucha contra la inmigración y contra el narcotráfico, entre otros de cooperación internacional ya conocidos, serán parte de un proceso en el que se ha de golpear la economía y la población colombiana por ese grupo de personas que han buscado refugio o una luz de esperanza en dicha nación.
Algunos analistas sostienen que el sueño americano ya no existe, que el costo de vida en el coloso del norte es cada día más alto, a pesar de que la inflación se mantenga dentro de un registro mínimo y que el desempleo sea a su vez pequeño, teniendo en cuenta, la forma como los inmigrantes han desplazado en gran parte el trabajo pesado y en precarias situaciones laborales a los connacionales, lo cual, redunda en un proceso de crecimiento de pobreza y miseria que se oculta y no se difunde a nivel internacional, amén de situaciones de peligro y de atracos que se asemejan a los que hacen parte de la inseguridad en muchas ciudades del sur del continente.
Que por otro lado, el mismo presidente electo ha anunciado la deportación en gran escala de los indocumentados y de todos los que buscan la forma de pasar por el “hueco” o por las “trochas” que muchos traficantes de personas logran establecer para hacer de éste uno de los negocios más rentables en esta potencia norteamericana, es algo que ha de ser parte de una situación que muy pronto empezará a ver sus frutos sin distingo de condición humana y que ha de afectar, especialmente a los latinoamericanos que habían buscado una forma de escapar a la violencia, a la pobreza y al desempleo o falta de oportunidades en sus propias patrias.
Y si valoramos la posición que ha de asumir esta nueva administración frente a las guerras que se viven en otras latitudes, no lo es menos cierto el hecho de que se ha advertido y se ha venido pregonando que este es el renacer del pueblo americano y que por consiguiente es una forma de abrirle las puertas al imperio, para que haga sentir su poderío y toda su capacidad bélica en el resto del mundo, porque la supremacía está en el orden de ideas y es parte de una mecánica que ha de hacerse más fuerte día tras día.
Adicionalmente se menciona el ejemplo de la supuesta democracia norteamericana como un ejemplo, donde un ciudadano con antecedentes de evasión fiscal, condenado judicialmente, con sendos procesos en investigación y condenado por los jueces populares, ha sido escogido como el primer mandatario de la república más poderosa del mundo, en un proceso donde la moral y la ética están llamados a replantear las formas del poder y de su presencia en el liderazgo tanto internacional como dentro de su mismo territorio, lo cual, querrán copiar más de uno en otros países aliados.
Finalmente se dice que la Justicia norteamericana, con la Suprema Corte, está del lado del presidente electo, a su vez, ha de sumársele el hecho de contar con un Congreso en pleno, tanto Senado como Cámara de Representantes, en grandes mayorías y por tanto, la capacidad de manejo del poder político, fiscal, judicial y administrativo, se concentra en una sola fuente de ideas y de política, como lo es el presidente electo.
La economía latinoamericana y las políticas sociales han de estar preparadas para sentir los coletazos de la nueva administración, pero con énfasis especialmente en un marcado acento machista, conservador a ultranza y de preeminencia de la subyugación y del control que siempre se ha impuesto de la forma más armónica y soterrada desde el imperio, hacia los pueblos vasallos y tercermundistas como el nuestro.