Ruber Bustos Ramírez
He sido testigo de muchos altibajos en la historia del café colombiano. Sin embargo, nunca imaginé que viviría un cambio tan abismal como el que estamos viendo hoy gracias a Almacafé. En muy poco tiempo, esta empresa ha pasado de ser un simple operador logístico a convertirse en un verdadero motor de transformación para toda la caficultura del país. Esta evolución no solo ha impactado nuestra forma de comercializar el café, sino que ha abierto nuevas puertas para los caficultores colombianos, en especial a los más pequeños, como yo.
La creación de una plataforma de comercio electrónico transnacional, que permite la venta directa de café colombiano tostado en origen y cafés de especialidad, es una de las innovaciones más significativas que ha implementado Almacafé. Esta plataforma permitirá a los caficultores llegar con su café directamente a consumidores en Estados Unidos, y próximamente en Europa y Asia, sin la necesidad de tantos intermediarios. Para nosotros, esto significa no solo obtener mejores precios por nuestro producto, sino también una conexión más directa con los mercados internacionales. El café colombiano, que siempre ha sido sinónimo de calidad, finalmente podrá tener la visibilidad que merece en el mundo, sin perder valor en el camino.
A lo largo de los años, las iniciativas de Almacafé han transformado profundamente la cadena de valor del café. La reciente inauguración de los centros de experiencia regional, como el de Huila, ha sido otro gran avance. Estos centros no solo permiten a los caficultores procesar y comercializar café de especialidad con altos estándares, sino que también nos brindan la oportunidad de capacitarnos en el manejo industrial de nuestro producto, lo que eleva la calidad de nuestra producción. Este tipo de innovación no solo mejora la competitividad del café colombiano, sino que también tiene un impacto directo en la economía de las regiones cafeteras.
Sin embargo, a pesar de estos avances impresionantes, no podemos perder de vista que hay un elemento crucial que sigue siendo una barrera para el desarrollo pleno de la industria: la infraestructura vial. Almacafé ha logrado optimizar la logística y abrir nuevos mercados para el café colombiano, pero la falta de inversiones en las carreteras rurales y terciarias del país sigue siendo un gran obstáculo. Las malas condiciones de las vías afectan directamente el transporte del café desde las fincas hasta los centros de procesamiento, lo que puede comprometer la calidad del producto y aumentar los costos operativos.
Es aquí donde el gobierno, en sus distintos niveles, debe dar un paso al frente. No podemos seguir esperando que el cambio solo venga desde el sector privado. Si realmente queremos que los logros alcanzados por Almacafé se multipliquen y se mantengan en el tiempo, es fundamental que se invierta en la infraestructura que conecta nuestras regiones cafeteras con el resto del país y el mundo. Las vías rurales y terciarias necesitan una modernización urgente para garantizar que el café llegue en condiciones óptimas a los centros de comercialización y que nuestra industria siga siendo competitiva.
Quiero felicitar sinceramente al gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Germán Bahamón; al gerente nacional de Almacafé, Iván Galindo; al gerente regional de Almacafé, Juan Fernando Valenzuela; y a la Junta Directiva de Almacafé por su visión, proyección y el arduo trabajo que han realizado para llevar a cabo estos avances tan importantes para nuestra industria. Gracias a su dedicación, el café colombiano tiene un futuro más prometedor y lleno de oportunidades.
Hoy, como caficultor, me siento esperanzado por el cambio que estamos viviendo gracias a la FNC y Almacafé. Pero también sé que este proceso de transformación debe ir acompañado de un compromiso real por parte de los gobiernos municipales, departamentales y nacionales. El futuro del café colombiano depende de ello, depende de todos nosotros.