Alfredo Vargas Ortiz
Orgullosamente abogado y docente de la Universidad Surcolombiana y ESAP.
Doctor en Derecho, Universidad Nacional de Colombia.
Desde que inicié mi carrera docente, siempre he deseado contribuir a la formación de líderes sociales en la región surcolombiana. Muchos de ellos provienen de contextos de escasos recursos, pero están profundamente motivados a superarse. Representan la diversidad de nuestra identidad e idiosincrasia y, a pesar de las adversidades, han optado por una carrera que forma a los futuros gobernantes, alcaldes, concejales y servidores públicos del país: la Administración Pública.
A lo largo de mi experiencia, he acumulado impresiones variadas sobre esta institución. Es evidente que los estudiantes son un valioso baluarte, aunque muchas veces subestimados por quienes lideran esta entidad a nivel nacional. A pesar de la pertinencia del programa para nuestra región, la forma en que se administra deja mucho que desear. Esto constituye una falta de respeto hacia el esfuerzo sobrehumano que realizan los estudiantes para cumplir sus metas académicas.
Uno de los principales problemas radica en la ausencia de una sede propia. La constante reubicación en distintas instalaciones dificulta la consolidación de una comunidad académica. Es inconcebible que, después de años de intentos y presuntos casos de corrupción, esta magna institución siga sin contar con una sede propia. A pesar de la existencia de recursos y un terreno disponible, la inadecuada selección de contratistas, la negligencia en la interventoría y la falta de diligencia de los responsables directos han impedido que el proyecto avance más allá de las promesas y fotografías iniciales.
Me pregunto: ¿Dónde está la declaración de caducidad del contrato que debería haberse ejecutado ante los flagrantes incumplimientos del contratista? ¿Por qué no se han activado las pólizas de cumplimiento? ¿Dónde están los organismos de control y los gobernadores de Caquetá, Huila y Putumayo, quienes tienen injerencia en la elección del director territorial, pero no toman medidas para impulsar este proyecto? ¿Por qué los diputados, concejales, representantes a la Cámara y senadores de estos departamentos permanecen indiferentes ante el abandono de la ESAP?
La Escuela Superior de Administración Pública merece respeto y exige nuestra defensa. Es indignante que, ante la mirada pasiva de los organismos de control y líderes políticos, este proyecto se haya convertido en un elefante blanco, una burla más a los contribuyentes que observan impotentes el despilfarro de recursos públicos, especialmente en un ámbito tan fundamental como la educación universitaria pública.
Es doloroso ver a estudiantes y docentes tratados con tal indiferencia. La falta de instalaciones adecuadas, como bibliotecas, zonas de esparcimiento, salones equipados, auditorios y espacios para la investigación, evidencia el gran desafío que enfrentamos. Ha llegado el momento de movilizarnos en defensa de una ESAP digna para los habitantes de la Región Surcolombiana.
Como docente, he sido testigo del enorme esfuerzo que hacen los estudiantes por alcanzar sus metas. No he dudado en apoyar este proyecto académico, a pesar del sacrificio que implica trabajar los fines de semana y en horarios nocturnos. Saber que un estudiante sube a una montaña o trepa un árbol para obtener señal de internet y participar en clase me motiva a seguir adelante, a no desfallecer y a impulsar este proyecto con todas mis fuerzas. Es hora de actuar. Estamos listos para movilizarnos y defender una ESAP digna y respetada.