Diario del Huila

Los hijos de la Iraca

Nov 25, 2024

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Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

Aunque me duela la espalda, no me puedo quedar quieta, dice Blanca Lucía Calderón Cuellar desde la silla ubicada en uno de los espacios que la Cámara de Comercio del Huila – Seccional Pitalito había dispuesto para tan edificante entrevista. Esta valiosa mujer, madre y esposa, oriunda de Acevedo – Huila ha sido, desde sus primeros ocho años tejedora del sombrero Suaza; si, y hoy cuando su prolífica vida le permite seguir tejiendo sobre el umbral de cuarenta y siete años de existencia, no deja un día de reencontrarse con la magia que para ella representa la Iraca, o Palmicha, como también le dicen a la fibra natural de la que está hecho el emblemático sombrero huilense que, desde la primera mitad del siglo XIX, era llamado Jipijapa. Y es que tejer como lo hacen las más de 600 mujeres que elaboran sombreros en los municipios de Suaza, Acevedo y Guadalupe, es un oficio que implica un sensible esfuerzo físico desde la posición que durante horas adopta la artesana al sentarse y ligeramente encorvar su fisonomía, mientras tan hábiles manos crean, vuelta tras vuelta, lo que luego será un sombrero de cuyo uso se enorgullecerán hombres y mujeres al lucirlo.

En torno de este oficio huilense que ya supera dos siglos y medio de ser producido en el Departamento, mujeres como Blanca Lucía han erigido familias cultivándolas en tan  admirable profesión y llevándolas, no solo a mantener tan excepcional expresión cultural para bien de la comunidad en general, lo cual es un aporte de inestimable valor identitario de la humanidad, sino que además han abierto espacios alternativos para que su descendencia, aquella que quiere explorar otros horizontes, lo hagan, cual es el caso de los jóvenes Darly Juliana,  Arlex y Alejandro, nacidos del matrimonio de la colosal tejedora y su esposo Arlex Flores Castrillón. Debo resaltar con igual admiración que, Blanca Lucía además de tejer el sombrero, sabe golpearlo; darle la golpia como se dice en el argot del oficio; una tarea que tradicionalmente ha sido desarrollada por hombres. Se trata de darle el terminado al sombrero en donde, no solo se requiere de mayor fuerza para levantar el golpeador de madera y descargarlo enésimas veces sobre la artesanía en proceso, sino que debe tenerse el tacto suficiente para no terminar arruinando el tejido con un golpe que puede generar un hueco irreparable y con ello la pérdida del trabajo de al menos quince días de la tejedora.

Pero la vocación y práctica ligadas a la elaboración del sombrero Suaceño nacieron en Blanca Lucía por la gracia de una osmosis familiar; aprendió el oficio de sus padres Orfelina Cuellar Gaviria y Buenaventura Calderón Murcia; de hecho, su madre lo aprendió de Los suyos Manuel Cuellar y Pilar Gaviria,  y estos de sus padres Lino Gaviria y Mercedes Toledo; según  nuestra admirable tejedora, esta tradición se remonta a generaciones que se unen a ancestros suyos inmersos en comunidades indígenas presentes en el territorio que tejían el sombrero de forma tal que al terminarlo no le cortaban las puntas sobre la última vuelta. Junto con Blanca Lucía nacieron trece hermanos más quienes en su totalidad aprendieron a tejer y algunos adicionalmente a golpear el sombrero. Recuerda que su madre Orfelina, para que Blanca Lucía aprendiera a tejer, solía darle una galleta de leche que la motivaba en tan bella tarea.  De lo más exigente en el tejido está hacer el empiece, dice nuestra artesana; y continúa:  Recuerdo que, de niña a veces al sacar la mejor fibra para el empiece, me cortaba los dedos. Pero era algo muy agradable estar todos en familia tejiendo mientras una y otro contábamos historias o nos poníamos al día con los últimos chismes de la vereda.  Blanca Lucía se graduó de bachiller en el Colegio Atheneo en el sur del Huila; luego, sería docente durante cinco años en escuela municipal, en donde además del pensum regular siempre enseñaba a niñas y niños a tejer la fibra de Palmicha. Más adelante, sobre la década del 2000, junto con su esposo Arlex, fueron instructores de tejido y acabado del sombrero en una enseñanza dirigida a artesanas de Acevedo, comisionados para ello por la entonces Secretaría de Cultura y Turismo del Huila.

Saben apreciados lectores que, en la reciente versión de la Feria Nacional Artesanal de Pitalito a la que tuve la fortuna de asistir como invitado a un conversatorio sobre Matices del Sombrero Suaceño, dentro de muchas alegrías ligadas a los oficiantes de tan excepcional artesanía, destaca aquella que viví cuando, al preguntarle a joven Alejandro Flores Calderón, de diecisiete años de edad, el menor de los hijos de Blanca Lucía y Arlex, qué sabía él del proceso de elaboración del sombrero, me contestó con natural resolución: todo;  es decir, sabe cultivar la Iraca, extraer la materia prima, alistarla para el tejido, tejer y golpear hasta obtener un sombrero de admirable calidad, y también sabe venderlo.  Este jovencito, delgado y apuesto, sobresalía en el público tanto por lo bien que lucía el sombrero sobre su cabeza, como por el carisma que demostraba al atender a los clientes. Así mismo, por el respeto que se ve le tiene a sus padres y al oficio. Un joven así es un ejemplo claro de que, ser artesano cuenta para vivir y forma individuos para bien de la humanidad. Es un joven piloso, como dicen los nuestros, sacó el más alto Icfes en su colegio público y tiene la clara aspiración de llegar a ser médico. Con él sus otros dos hermanos Darly Ximena de veintisiete años y Arlex de veinticinco, Ingeniera Agroecológica e Ingeniero Civil, respectivamente, también tejen y golpean sombrero Suaza; pero lo mejor, coadyuvan a tejer una deseable sociedad de emprendimiento, armonía y paz para los huilenses, los colombianos y el mundo.

Como el enorme poeta José Eustasio acaricia el paisaje en Tierra de Promisión, déjese Usted, amigo lector, seducir por la factura de un sombrero Suaza, y al lucirlo, siéntase acariciando los sueños de innumerables historias que habitan en cada fibra tejida, donde hay huellas de mujeres y hombres, de niñas y niños quienes, mientras tejen preservan la memoria hecha de Iraca.

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