Por: Javier Ernesto Monje Escobar
A pesar de las promesas que generaron esperanza en millas de familias, la realidad muestra un panorama triste y lleno de dudas. La condonación de deudas y la reducción de las tasas de interés siguen siendo palabras vacías, mientras los estudiantes continúan atrapados en un círculo de deudas interminables, sacrificando su calidad de vida y sueños profesionales.
En su momento, se habló de una revolución educativa que garantizaría cupos en instituciones de educación superior (IES) para todos los bachilleres de los estratos 1, 2 y 3. Sin embargo, a mitad de este mandato, parece que esa meta es inalcanzable. El informe parcial de gestión de 2024 reporta que 53.393 estudiantes accedieron a créditos nuevos, de los cuales solo 19.338 recibieron beneficios como subsidios de tasa y sostenimiento. Esto evidencia que el resto aún depende de un sistema crediticio que, lejos de ser una solución, perpetúa la desigualdad.
Para las personas de regiones como el Chocó, donde la única universidad pública no está acreditada y la educación superior de calidad parece un sueño lejano, el Icetex se convirtió en una necesidad. Sin estas alternativas, miles de estudiantes quedarán excluidos de la posibilidad de formarse profesionalmente. En este contexto, el temor de una interrupción abrupta en el flujo de nuevos créditos no está infundado.
Es necesario actuar con claridad, si no se pueden garantizar cupos en las IES ni ofrecer recursos suficientes para cubrir el sostenimiento, la vivienda y la alimentación de los estudiantes más vulnerables, desmantelar el sistema de créditos sin proponer una alternativa viable sería un error grave. El llamado a «actuar con claridad» implica que las decisiones deben ser transparentes, bien analizadas y orientadas a garantizar que los estudiantes no queden desprotegidos.
Ahora, la Comisión VI de la Cámara se prepara para un debate de control político sobre el Icetex, y la ciudadanía espera que este sea un espacio para que el Congreso tome decisiones contundentes. El país necesita explicaciones sobre lo qué está ocurriendo realmente y cuáles son las acciones a implementar. Este espacio debe servir para enfrentar la realidad de los miles de jóvenes que dependen de estas herramientas para construir su proyecto de vida.
Es urgente que el gobierno tome la iniciativa de abrir un debate serio sobre el Icetex, los ajustes en las tasas de interés o los subsidios, aunque útiles, son soluciones parciales. Es necesario convocar a estudiantes y universidades para diseñar una reforma aterrizada y garantista, que transforme el sistema desde sus bases. No podemos conformarnos con medidas temporales: ¡necesitamos un modelo que permita a los jóvenes estudiar sin hipotecar su futuro!
Señor presidente, cumplir con las promesas hechas a la juventud no es solo un compromiso político, es un deber moral. No deje que la educación en Colombia se convierta en otra deuda histórica sin saldar. Este es el momento para demostrar con hechos que existe un compromiso real con la transformación educativa.
Los estudiantes confiaron en usted con la esperanza de ser escuchados. Marcharon, defendieron y replicaron sus promesas. Ahora, ese apoyo exige reciprocidad, es hora de cumplir con los compromisos adquiridos, sin más excusas, sin más retrasos. ¡La educación merece ser una prioridad, no un discurso vacío!