El sábado anterior se celebró en todo el país día del educador, en medio de la más profunda crisis social, económica y política provocada por la expansión exponencial de la pandemia del Covid y del paro nacional que desde hace 20 días tiene semiparalizadas las actividades productivas afectando el bienestar general de las familias colombianas. Esta efeméride se celebra desde el 15 de mayo de 1950, cuando fue proclamado San Juan Bautista de La Salle como patrono de los educadores por parte del Papa Pío XII.
Esta conmemoración, nos debe llamar a la autorreflexión, dada la coyuntura que está viviendo la sociedad en general. Está muy bien que ese día, el maestro reciba elogios, pero seguramente, lo más importante será destacar y valorar su labor dentro de nuestra sociedad. Es un momento para agradecer y reconocer su trabajo y reflexionar qué papel le están brindando a las familias colombianas.
Está demostrado que el desarrollo de un país se soporta en el sistema educativo que se tiene estructurado. Y para ello, los principales agentes transmisores y generadores del conocimiento, son los profesores. Sobre ello están cimentado las verdaderas esperanzas transformadoras que tiene esta sociedad que posee una alta crisis de valores, en su proceso de desarrollo.
Es indispensable que desde los hogares empecemos a estructurar las bases para que nuestros hijos adquieran una formación integral, para que en el futuro sean personas de bien y que propugnen por construir propositivamente una sociedad justa y equitativa en cada momento de su accionar de sus vidas. No esperemos que los maestros se conviertan en el instrumento para corregir los errores y la crisis de valores que actualmente se percibe en las nuevas generaciones.
Los padres de familia tienen la responsabilidad de inducir inicialmente la lectura de un texto, con el fin de adquirir estos hábitos sanos. Ese binomio del aula y el hogar, nunca se deber romper. Los maestros contribuyen para que ese proceso transformador continúe positivamente en los procesos de construcción social del país. La grandeza de la misión de los educadores radica casi exclusivamente en enseñar a leer y escribir, pues allí, está la clave para habitar un universo simbólico que requiere un continuo ejercicio de comprensión para poder sobrevivir, realizar un proyecto de vida y transformar la realidad de manera que podamos tener una sociedad mejor.
Los maestros tienen el privilegio de entregar a las nuevas generaciones los códigos de acceso a la cultura, la ciencia, el arte, la historia de la humanidad, así como las herramientas para inventar mundos que aún no existen y que solamente están en el espacio del deseo y los sueños.