Por: Leonardo Sanmiguel Benavides
Día a día se evidencia el “rechazo” a la corrupción que carcome sin piedad el patrimonio de los colombianos. Insultos van y vienen sin filtro en las redes sociales, plataforma en la que más de un ciudadano “de bien” demuestra su inconformismo con políticos tradicionales que ven la política como su modalidad de sustento- a través de ‘chanchullos’- y no como el mecanismo legítimo de servir al pueblo que va a las urnas a elegirlos.
Colombia tiene una sociedad hipócrita que a gritos exige cero corrupción pero que la ejerce a diario. Por ejemplo, buscan la manera de evadir el pago de los impuestos por medio de artimañas (testaferros, maquillaje de finanzas, etc.) con la excusa de que los gobernantes se van a robar la plata. Señores, ustedes son igual de corruptos a los políticos que se roban el dinero de nosotros, están robando al país.
Robar 100 pesos es igual de grave que robar 100 millones de dólares, las dos acciones son igualmente reprochables y llevan a las personas al mismo nivel de corrupción. Cuando decimos que 100 pesos no son nada estamos abriéndole la puerta a los malos hábitos y, paso a paso, al mal actuar en grandes ligas.
La doble moral anda en nuestra sociedad «como Pedro por su casa». Además, parece que en nuestra tierra el sentido común se fue a pasear o muchos se hacen los de la vista gorda. En un caso hipotético, si un candidato a la Alcaldía de Neiva gasta más de 1000 millones de pesos en su campaña es porque nos quiere ¡ROBAR! Es matemática básica: ni en cinco años de alcaldía transparente se podría recuperar esa “inversión”. Lo mismo pasa cuando una candidatura al Senado vale 10.000 o 20.000 millones de pesos. Estos «padres» de la patria nos quieren ver la cara.
Desde la casa nos enseñan a ser o no respetuosos de las reglas, a dárnoslas de vivos o no, allí se siembra la semilla de la corrupción que está acabando con nuestro país. Cuando el papá se pasa un semáforo en rojo o usa el cinturón de seguridad solo porque lo está viendo el policía, este tipo de acciones le enseñan a los niños a ser corruptos. Y la cadena sigue cuando los presidentes de la Junta de Acción Comunal, ediles, concejales, diputados o ciudadanos del común exigen su cuota para conseguir votos ya sea con tejas, tamalito, aguardiente para la sed o 50.000 pesitos.
Lo que estamos haciendo es que cada vez sean más y más costosas las campañas para cargos de elección popular y que aquellos que aspiren no vayan a trabajar sino a robar. Entonces dejemos tanta hipocresía y combatamos la corrupción desde el hogar con el ejemplo. Levantémonos de nuestros escritorios y salgamos a trabajar por esta tierra que tanto queremos. La esperanza está intacta, actuemos para cambiar el destino de nuestro país.