Álvaro Hernando Cardona González
Recientemente estuvimos haciendo un recorrido por todos los cuerpos lagunares de Cucunubá, Palacio y Fúquene. Y fue muy enriquecedor hacerlo en compañía de biólogos, ingenieros, geodestas, ingenieros agrícolas, topógrafos y periodistas porque pudimos aprender mucho sobre sus orígenes e importancia ecosistémica, incluso más, aprender sobre cómo estos se pueden recuperar ambientalmente, de manera más eficiente, cuando hay mucha presión antrópica.
Uno de esos procesos de aprendizaje fue lo relacionado con la recuperación de áreas secadas para aumentar la frontera agrícola, sí, tan necesaria para garantizar la seguridad alimentaria de los colombianos; pero tan funesta en muchos casos como este, en la necesidad apremiante de garantizar la vida y la salud mediante la garantía de un ambiente natural adecuado. Y es que muchos no saben que, en tiempos pretéritos, los cuerpos lagunares eran secados para aumentar las extensiones rurales y aprovechar sabanas (antes cubiertas por agua) por supuesto muy ricas en nutrientes. El Estado ayudaba a secar estos cuerpos hídricos.
Otra lección es ratificar que los lagos, lagunas, ciénagas, pantanos, etc, no son sólo agua. Son protección de orillas, de espacios húmedos, de recursos hidrobiológicos, de espacios propicios para la fauna, el paisaje, etc. En resumen, contribuyen a la protección de la vida y la salud; esta última ahora con mayor relevancia por los efectos del Covid-19. Existe una relación estrecha entre el agua y el suelo, y por supuesto, con su ocupación y uso: es el agua que discurre o está estancada en un cauce o lecho, pero también hay relación con la ocupación de las áreas aledañas pues no es lo mismo cuando son inmuebles privados o son públicos.
Las políticas públicas y acciones de recuperación de cuerpos hídricos deben adelantarse con estas visiones integradoras. Incluso también con la participación de las comunidades. Porque ellas deben ser escuchadas para saber por qué tenemos estas situaciones, de qué manera deben ser más eficientes las acciones, claro, hacer las veedurías para que las actividades estatales y las inversiones públicas se ejecuten transparentemente, y por supuesto aportar en la solución respetando las medidas a tomar para la conservación (la gran parte de la tierra en Colombia es privada o está ocupada.
No es solo tarea del Estado sino de las personas (Art 8 de la Constitución Política) la conservación y recuperación ambiental, y cuando demos igual importancia a los deberes a como lo hacemos con los derechos, realmente veremos los cambios eficientes en nuestra sociedad. El ambiente natural es de la Nación, no del Estado. Si cambiamos, cambiará nuestro entorno, en particular el de los cuerpos lénticos.