Por: Ernesto Cardoso Camacho
Agustín Laje, reconocido pensador argentino, ha advertido recientemente sobre lo que en la ciencia política contemporánea se ha denominado Revolución Molecular; a la que el expresidente Uribe le agrega el calificativo de Disipada.
Se trata simplemente de describir y explicar los fenómenos sociales que ante la ebullición de protestas ciudadanas que afectan a las democracias, los sectores ideológicos de izquierda radical aúpan y estimulan para generar el caos institucional que le abra la puerta a su conquista del poder por la vía electoral.
Dicha estrategia, tiene un componente cultural de amplio contenido fundamentado en la confrontación de los valores y principios tradicionales que los jóvenes consideran obsoletos y limitantes del libre desarrollo de su personalidad; estrategia que, con el inusitado crecimiento de las redes sociales ha logrado conquistar amplios espacios para su proselitismo político.
A los factores o circunstancias anteriores hay que agregar la acelerada crisis económica que padecen las economías de occidente que con la llegada de la pandemia ha generado desempleo, incertidumbre y notables cambios en la dinámica social, especialmente de los jóvenes.
La virtualidad y las nuevas estrategias de producción y comercialización de bienes y servicios, hacen imprescindible que las sociedades reformulen los sistemas educativos ante los nuevos desafíos de la ciencia, la tecnología y la cibernética; desafíos que en su criterio la institucionalidad vigente no puede atender; realidad que ellos asimilan como una amenaza a sus naturales deseos de progreso y bienestar personal.
Al respecto, conviene recordar que las luchas y movilizaciones sociales que recurrentemente se han dado en la evolución de la humanidad, se han originado en las frustraciones y sueños de los jóvenes; quienes impulsan los cambios inevitables con vigor, pasión y lucha; muchas veces estimuladas por las ideologías llamadas progresistas que hoy por hoy son claramente desestabilizadoras.
Según el citado pensador y muchos otros analistas de las dinámicas sociales consideran que, para el caso de nuestros países latinoamericanos; estas manifestaciones culturales de profundo contenido ideológico y político son el terreno abonado para la propagación de protestas, marchas y movilizaciones que amenazan seriamente la estabilidad institucional de nuestras frágiles democracias.
Lo ocurrido recientemente en Chile y lo que estamos padeciendo hoy en Colombia, parece indicar que la inconformidad de los jóvenes es hábil y peligrosamente manipulada por sectores políticos sindicales y de izquierda radical; quienes tienen bien clara la oportunidad de socavar la autoridad del Estado y el desafío a sus fuerzas militares; contando además con gobiernos desgastados, impopulares y timoratos que no supieron visualizar y anticiparse a la estrategia desestabilizadora.
Lo que se observa es patético. Un presidente Duque indeciso y acorralado. Unas fuerzas políticas de los partidos tradicionales carcomidos por el clientelismo y la corrupción. Un congreso donde campean el tráfico de influencias y los intereses personales. Un sistema judicial inoperante, burocratizado y permeado por la influencia nociva de los políticos en sus principales estructuras. Unos medios de comunicación sin credibilidad; en fin, un sistema democrático cada vez más débil que se expresa a través de un Estado lento, corrupto, ineficiente y que no interpreta las necesidades y angustias de sus ciudadanos.
Crisis económica, expansión de la pobreza, narcotráfico, violencia y corrupción. El contexto perfecto para que la estrategia de la revolución molecular se desarrolle en medio de la inconformidad, la confusión y la incertidumbre.
Tal escenario permite presumir la hipótesis, según la cual, nos veríamos abocados a recorrer el mismo camino de Chile. Convocatoria de una Constituyente que diseñe una nueva estructura institucional. Allá ya tienen amplias mayorías que van por el cambio del modelo económico; la prohibición de la inversión extranjera; la nacionalización de la banca y del sistema financiero; la no explotación de los recursos minerales, etc.
Usted amable lector saque sus propias conclusiones.