Por: Paloma Valencia
La polarización que no es otra cosa que la pérdida absoluta de confianza en las intenciones de quienes están en una orilla política diferente a la propia. Esa desconfianza empieza a convertir a los adversarios en verdaderos enemigos. Se profundiza y termina así desapareciendo cualquier buena intención de los otros, -que empiezan a catalogarse como malos o inmorales. Se justifican entonces, los ataques cada vez más degradados. Ya no importan los argumentos, simplemente la malquerencia de esas figuras –que ya ni personas.
¿Hay razones para desconfiar? Creo que en Colombia se rompieron los puentes de la comunicación cuando se le hizo conejo al No. Luego de que ganara el No, se iniciaron procesos de acercamiento con el Gobierno Santos. La idea era lograr un acuerdo con las Farc donde estuvieran recogidos los sentimientos de todos, todos los colombianos. Sin embargo, en mi opinión, el premio Nobel actuó contra los intereses del país. Viendo a Santos derrotado en lo que ellos consideraban una buena causa, decidieron los noruegos, suplir la falta de respaldo popular con ese premio. Y tuvo efectos; Santos abandonó el diálogo con los del No, y con el respaldo internacional del Nobel aceleró el paso, y firmó prácticamente el mismo acuerdo y lo sacó a empellones en el Congreso.
Se rompió el diálogo, se rompió la confianza y no solo eso; empezaron a decir que el No había ganado con trampa. Las diferencias se convirtieron en abismos que nos separaron. Ganó otra vez él No la Presidencia con Iván Duque. Un presidente joven que intentó desde el primer momento dejar la polarización atrás. Varios de los funcionarios de Santos y de sus políticos han sido consentidos de este gobierno. Sin embargo, esos gestos sirvieron poco. La polarización ya no fue con todos los electores de Santos, sino con aquellos de la extrema izquierda.
Aparecieron polarizadores. Promueven esa distancia y la exageran para poder afianzar que no es solo una diferencia ideológica, sino que reviste asuntos de fondo: son malos. Presuponen malas intenciones. Frases como Uribe mando a masacrar a los jóvenes o Duque mando a matar a los protestantes, dichas por un senador como Gustavo Petro son apenas la muestra. Me siento sumida en esta misma polarización. Colombia está incendiada. Una cosa son las diferencias ideológicas, y otra las campañas de odio. Creo que deberíamos dejar por fuera del debate –por difícil que sea- las intenciones que finalmente no conocemos.
Hay asuntos que podemos considerar convenientes o inconvenientes para Colombia, pero hoy la reactivación económica es necesaria para mantener el empleo, crearlo y poder superar la pobreza. Esa debería ser la causa común. No más bloqueos, no más destrucción.
Todos los colombianos rechazamos cualquier abuso de la Fuerza Pública, por supuesto. Sin embargo, al parecer solo algunos, creemos que la Fuerza Pública tiene derechos humanos; solo algunos buscamos que tengan presunción de inocencia y que sean juzgados de acuerdo al debido proceso. Otros parecen condenarlos sin fórmula de juicio y como cuerpo. Solo algunos les agradecemos su labor, y celebramos que continúen. Otros creen que tienen derecho a maltratarlos.
¿Solo algunos vemos el daño que este paro le está causando a Colombia? Este paro de bloqueos y vandalismo otra receta para materializar lo mismo que hizo Chávez en Venezuela: destruir el sector productivo. No podemos permitirlo. Este país no merece vivir, como Venezuela, el hambre, el desempleo y la pobreza. Le pedimos el Gobierno el ejercicio de la autoridad sujeta a los derechos humanos, y el liderazgo para defender lo que es un derecho de todos: la seguridad, la movilidad y la libertad de empresa.