En medio de las más profundas tragedias que padece la sociedad colombiana, por un lado, la sanitaria provocada por la creciente exponencial de la pandemia del Covid y por otro lado, el paro nacional que desde el pasado 28 de abril, tiene semiparalizadas todas las actividades económicas del país, presentó renuncia irrevocable el Comisionado Nacional de Paz Miguel Ceballos, quien era considerado el principal alfil que tenía el gobierno nacional y que se había convertido en el principal interlocutor con los voceros del Comité Nacional del Paro. La opinión pública, conoce muy bien lo complejo que ha sido el desarrollo de estos diálogos, por la alta radicalización que tienen algunos integrantes de esta.
Hasta ayer, estuvo desempeñando sus funciones, pero cuando se pensaba firmar el preacuerdo entre las partes, la exigencia del gobierno nacional de suspender los bloqueos impidió lograr el inicio de la instalación de las mesas de negociación. El sucesor designado por el presidente Duque, es Juan Camilo Restrepo Gómez, quien se desempeñaba como Viceministro de Agricultura.
Tiene grandes desafíos. Ante todo, lograr que se destraben los inseparables que se han colocado en la mesa de diálogos con los integrantes del Comité Nacional del Paro. Igualmente, otra tarea, se debe seguir buscando caminos y tender canales que conduzcan a reestablecer las conversaciones con el ELN, que quedaron en el limbo, tras el cambio de gobierno y sobre todo, después del atentado a la Escuela de Cadetes General Santander.
Con todo, esta posibilidad sigue latente y es justo reconocer que el saliente funcionario había avanzado cierto trecho hacia la reanudación de los diálogos, pasos que se dieron al compás de las gestiones de la Iglesia católica y en un ámbito de estricta confidencialidad. Quienes tienen a su cargo la tarea de hallar una salida a esta situación, deben saber que se agotó el margen para dar pasos en falso.
Con ello se ratifica que el camino para salir de la coyuntura crítica que hoy atraviesa Colombia es el diálogo sensato y eficaz. No hay más alternativa, en un contexto supremamente grave que ha dado pie a un círculo vicioso de violencia que no puede escalar más.
Sin embargo, a sabiendas de que comienza la esperada negociación, los constantes y urgentes llamados al cese de la violencia y el vandalismo, a respaldar los pedidos de poner fin a los cierres de vías que impiden el normal abastecimiento de las ciudades y golpean las actividades económicas, no deben cesar en los sectores políticos, empresariales y sociales.